Desde París : MH Escalante
La ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos 2024 en París habría resultado perfecta si la lluvia no se hubiera invitado a última hora para animar el evento, como sólo ella sabe hacerlo.
Todo fue bien planificado y todo salió como lo esperaban los organizadores para que esta ceremonia pasara a la historia por su belleza y genialidad. Pero también por sus ideas ambiguas representadas en espectáculos de pinturas vivientes que algunos de sus retractores ven ahora como de una impresentable tendencia “woke”.
Para la ciudad de París se trataba de mostrar ingenio: de reemplazar la monotonía de un desfile olímpico en un estadio y sacar la fiesta a la calle; hacer que las delegaciones de deportistas desfilaran de otra manera, en el caso de París que navegaran por lo más bello y visible que ella tiene, que es el rio Sena.
La lluvia cayó, los meteorólogos la habían anunciado, pero ese esfuerzo de creatividad porque todo salga bien (la ceremonia habría costado 122 millones de euros, la de Londres 2012 alrededor de 34 millones de libras esterlinas), llevó a los organizadores a distribuir paraguas e impermeables a los deportistas pero claro, la lluvia era el elemento menos deseado dada las características del espacio natural y urbano que se iban a manejar, a cielo abierto, sin protección cercana e inmediata para los otros, los miles de espectadores congregados en las graderías instaladas a los dos bordes del famoso rio.
Cuando las primeras gotas anunciaron un aguacero recordé la célebre canción del artista francés Jacques Dutronc en la que hace referencia al peso de la demografía de China y él, en plena conciencia de sí mismo, afrontando esa evidencia con despreocupación, y la apliqué a este caso : Ciento veinte dirigentes mundiales, seis mil atletas, trescientos mil espectadores, cuerpos de seguridad por tejados, suelos, subsuelos y recovecos a lo largo del rio Sena “et moi, et moi et moi” yo, la lluvia, que irrumpe en el ambiente como designio divino, para darle al rio Sena más brío y un ímpetu aún más salvaje en el momento del desfile acuático que abrió los Juegos Olímpicos Paris 2024.
La prensa y buena parte de los partidos políticos del Nuevo Frente Popular que acaba de ganar las elecciones legislativas del 7 de julio, hablan de una estupenda ceremonia, que hizo de París su principal protagonista, lo cual le viene muy bien a una ciudad admirada y deseada en el mundo entero.
Es claro que además del ligero repaso que se hizo de la historia de Francia desde la Revolución de 1789, – con el consabido espectro de la guillotina que cortó las cabezas de Luis XVI y de María Antonieta y también de aquella otra revolución de 1830, menos importante que la primera pero igualmente violenta para revocar a otro rey pero esta vez sin lograrlo y que Eugène Delacroix vivió en carne propia y luego plasmó en su célebre cuadro “La libertad guiando al pueblo” expuesto en el Museo del Louvre, la ceremonia de los JO desató también controversia con su versión “Drag queen” del fresco “La última cena” de Leonardo Da Vinci expuesto en Milán.
Pese a la caricaturización del Cristo de la última cena disfrazado en transexual (un hombre barbudo bailando con ropa íntima femenina) o lo apóstoles encarnados por bailarines hombres y mujeres intencionalmente representados como personajes repugnantes, París resaltó su posición de ciudad histórica y monumental, pero también controvertida y sobre todo culta, hecha de contrastes entre los hombres y los espacios y tejida a través del tiempo con el hilo de la contestación de la plebe, que ha hallado en el derramamiento de sangre o en la tranquilidad de las leyes la manera de construirse.
El Sena, que no hace más que pasar por París en un recorrido de 777 km desde la región de Borgoña hasta el Océano Atlántico es la vena de la ciudad. El Sena le da realce a los monumentos por los que pasa: Biblioteca Nacional de Francia, Alcadía de París, Catedral de Notre Dame, La Conciergerie, Academia Francesa, Museo del Louvre, Museo de la Moneda, Museo de Orsay, Torre Eiffel… Todos ellos se iluminaron durante la ceremonia de inauguración de los JO Paris 2024, salvo la antigua sede de la Biblioteca Nacional (BN) de la rue de Richelieu, cuya mítica Salle Ovale sirvió como cuadro para imaginar el nacimiento de un “ménage à trois”, la idea que muchos tienen del amor en París.
De todos ellos sólo la Catedral de Notre Dame no puede visitarse desde el incendio ocurrido el 15 de abril de 2019. El templo insigne de París sigue en su largo proceso de restauración y de renovación a causa de ese siniestro, que de no haber sido controlado por el Cuerpo de Bomberos de París durante 20 horas hubiera podido convertirla en ruina.
A ese monumento que han visitado millones de turistas y frecuentado tantos devotos católicos durante los oficios religiosos de cada día, la ceremonia de JO Paris 2024 le dedicó un ballet aéreo representando a los obreros y artesanos que trabajan en la reparación de interiores y fachadas.
El futuro de Notre Dame es sin embargo incierto. No se ha especificado todavía si continuará como centro de culto o tendrá que compaginarse con un rol de conservación museal. De ello no se habla mucho, lo cual es propio de una ciudad colmada de símbolos, de símbolos que fueron o que siguen siendo o que se transforman al vaivén de las cosas que se van o que llegan a París, en esa continua revolución de costumbres que le es propia. Otrora ciudad pagana, luego católica y protestante confrontada a guerras de religiones, más tarde revolucionaria… ¿será ahora una ciudad “woke”?
La ceremonia de los JO también dejó ver en un instante lo que pudo ser o significar la Revolución Francesa en su momento más álgido y en el corazón de París. El grito revolucionario “Ça ira” todo ira bien, interpretado por el grupo de metal francés «Gojira », hizo descubrir el canto de los “Sans-culottes”, así como el triste final de María Antonieta en esa escena de la reina asomada por una ventana de La Conciergerie sosteniendo su cabeza a la altura de su pecho, mientras que por los otros ventanales fluía la sangre de los franceses de la época del terror en versión IA. ¿Dónde quedó la exaltación de la solidaridad versión siglo XXI en esta Maria Antonieta decapitada?
Siguiendo la asesoría del historiador y miembro de la Academia Francesa Patrick Boucheron al comité organizador de los JO Paris 2024, el propósito de esta ceremonia no era el de exaltar la “grandeza de Francia”, con sus héroes de siempre, Clovis, Luis XIV, Luis XV o Luis XVI, o Napoléon I y sobrino Napoléon III. No se trataba tampoco de quedarse estancado en explicaciones engorrosas sobre el héroe que fue Pétain durante la Primera Guerra Mundial y el villano Pétain que resultó ser durante la Segunda Guerra Mundial. Y aunque el General Charles de Gaulle es un personaje histórico consensual en la Francia contemporánea, su nombre tampoco fue evocado en ninguno de los espectáculos sobre el rio Sena.
Se trataba de abordar un mundo más onírico, como la encapuchada vestida de blanco que monta sobre un caballo de dibujos animados y que cabalga sobre las aguas del rio Sena, una escena que nos impactó como si fuéramos niños. Lo cual puede resultar discutible. “La ceremonia no ha magnificado el espíritu francés sino la Francia que los organizadores quieren que sea o en lo que ellos desean que se convierta…” escribe en una columna de opinión la filósofa Bérénice Levet, para quien el rio Sena no es un paisaje pintoresco sino un elemento fundador de la ciudad y los monumentos el único patrimonio común de la nación que triunfa sobre las ofensas del tiempo y los caprichos de moda de los hombres.
De esta ceremonia de los Juegos Olímpicos en París podremos quizá retener la imagen del cuadro de Mona Lisa de Leonardo Da Vinci flotando sobre el rio Sena. Otra obra de Da Vinci que se prestó a la fantasía.
Sin embargo, el Museo del Louvre aclaró por si queda alguna duda que “La Joconde” no ha salido de la “Salle des Etats”, y que ahí sigue expuesta y bien protegida en su cofre contra robos, vandalismo, humedad, polvo y demás vicisitudes para un cuadro sin valor calculable.
Queda también para “la posteridad” de esta ceremonia de los JO Paris 2024 esa imagen de la mujer ante un banquete (en donde no se ve ningún servicio cuando la gastronomía francesa es admirada en el mundo), luciendo sobre las sienes una corona de luces. ¿Una forma de “última cena” para los creyentes? La Revolución lo anunció…