Es la pregunta que nos hacemos todos los días, los que vivimos en grandes ciudades, que se han transformado con el tiempo en lugares de trabajo y estudio.
Hoy la conurvación hace muy dificil tener lugares verdes que nos puedan acertcarnos a un ambiente más natural.El cemento, concreto y asfalto ocupan el espacio que se requiere para tener una vida sana. La contaminación visual, auditiva, del aire, del agua y en general el diseño que se busca para optimizar los terrenos con construcciones altas, muy contradas y en espacios de vivienda muy reducidos, dificultan llevar una vida en armonía.
Los autos y en general el transporte que usamos todos los dias congestionan las vías pero especialmente nuestras vidas. No solo aumentan los niveles de contaminación, además de los gastos propios de su uso nos llena de ansiedad, en algunas ciudades rodar por las calles toca hacerlo extremando nuestra sensación de seguridad. Puertas bien aseguradas, vidrios arriba, no dejar nada a la vista y manejar a la defensiva todo el tiempo. Manejar ya no es un placer.
Las ciudades se van subdividiendo en sectores con características propias, que no duran para siempre. Muchos sectores que en otros tiempos eran los preferidos, ahora son solo ruinas, mal vivir y en muchos casos lugares donde la vida no vale nada, narcotrafico, alcoholismo, drogadictos a todos los nivles, prostitución y en gneral la runa fpisica, humana y ambiental de lo que fuera un buen lugar.
Cabe entonces la pregunta, ¿es posible una ciudad para vivir bien? Requeire visión de los administradores, pero de forma especial la colaboración y decisión de los habitantes para hacerlo posible. El orden, la limpieza, el cuidado permanente de las zonas verdes, entendendidas como parques, jardines y aceras embellecidas con jardineras hacen la difrencia.
El repeto a las paredes ajenas, al espacio público, al amoblamiento urbano, mantener bajo el volumen de radios de todo orden y así bajar el estres que implica la contaminación auditiva, eso sin considerar el ruido estrambótico de escapes de autos y motocicletas, hacen posible un mejor vivir.
Todo depende de nosotros mismos, de los habitantes de la ciudad, de las unidades residenciales. Esperar que las administraciones municipales, especialmente en las ciudades latinoamericanas hagan la labor, es en muchos de los casos una total frustración.
En esta parte del siglo el compromiso personal por hacer posible un buen vivir es la clave del cambio, no de otra forma se logrará.