En la era contemporánea, los sueños tecnológicos han trascendido la ciencia ficción para convertirse en realidades tangibles. En todos los campos de la vida, desde la medicina hasta el entretenimiento, la tecnología está revolucionando nuestras existencias. Hoy se busca una relación más personal y compleja entre la IA y las personas, especialmente en un mundo que cada vez parece más distópico, sin límites claros en su evolución, esto plantea grandes oportunidades, pero también profundas inquietudes.
Este poder que se establece en todas las áreas de la cotidianidad y determina el atraso de distintas naciones en el planeta. El subcontinente Suramericano enfrenta un atraso tecnológico significativo en comparación con otras regiones del mundo que se manifiesta en la falta de infraestructura tecnológica, en la escasa integración de tecnologías IA en los sistemas económicos y sociales. Para salir de esta situación se requiere un enfoque integral desde la educación que fomente el desarrollo tecnológico y, al mismo tiempo, proteja la privacidad y los derechos de los ciudadanos.
La falta de inversión en investigación y desarrollo (I+D), políticas públicas inadecuadas, y un sistema educativo que no se ha adaptado a las necesidades de la era digital acentúan la situación de atraso. El camino más seguro para lograr un mejor desempeño latinoamericano debe partir desde la formación académica, de la investigación y del desarrollo tecnológico que se desprende de las dos anteriores.
La reforma curricular orientada por las corrientes científicas de esta parte del siglo deberían integrar más temas y ciencias relacionadas a la programación, la robótica y otras tecnologías emergentes que incluye la formación postgradual de los profesores en estas áreas para que puedan impartir conocimientos actualizados y relevantes.
El acceso desigual a la tecnología es un gran obstáculo en América Latina. Muchas comunidades rurales y desfavorecidas no tienen acceso a internet de alta velocidad ni a dispositivos tecnológicos básicos. Para superar este reto, se deben invertir en la expansión de la infraestructura de internet y telecomunicaciones en estas áreas rurales, así como facilitar el acceso a computadoras y otros dispositivos para estudiantes de bajos recursos, a través de iniciativas gubernamentales y asociaciones público-privadas.
Pero más allá de acceder a los aparatos es necesario una profunda y extendida capacitación en alfabetización digital para todas las edades, garantizando que todos los ciudadanos puedan utilizar eficazmente las tecnologías disponibles. Ya en el campo de la formación académica superior abrir carreras más contemporáneas a estos cambios de visión de mundo, especialmente en las áreas de análisis de datos y ciberseguridad. La investigación es fundamental por ello la creación y desarrollo de Centros de Investigación y Desarrollo I+D enfocados en la innovación tecnológica y la ética en el uso de la IA son necesarios en el mundo académico y empresarial.
A la par de estas condiciones, es urgente legislar un enfoque regulatorio robusto con leyes de protección de datos que estén en línea con estándares internacionales, como el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR) de la Unión Europea y así garantizar que los ciudadanos tengan el derecho a conocer qué datos se recopilan sobre ellos, cómo se usan y la capacidad de corregir o eliminar esa información, además de establecer comités éticos para supervisar el desarrollo y uso de tecnologías de IA para que sean transparentes y auditables.
La relación entre la IA y los humanos es uno de los aspectos más fascinantes y controvertidos de los sueños tecnológicos actuales. Está integrada en nuestras vidas de formas cada vez más personales. Asistentes virtuales como Siri y Alexa ya son parte del día a día de millones de personas, ayudando con tareas que van desde la gestión de agendas hasta el control de dispositivos del hogar inteligente. Sin embargo, esta integración también plantea serias preocupaciones éticas y de privacidad. Los datos que estas máquinas recopilan sobre nosotros pueden ser utilizados de maneras que no comprendemos completamente, y la posibilidad de un monitoreo constante es real.
El sueño tecnológico de un mundo sin límites está impulsado por la promesa de progreso y mejora continua, pero este sueño también viene acompañado de la necesidad de gestionar cuidadosamente los riesgos y las implicaciones éticas de nuestras innovaciones. La distopía que muchos temen no es un destino inevitable, sino una posibilidad que podemos evitar mediante la toma de decisiones informadas, responsables, que también enriquezca nuestra experiencia humana, creando un mundo más justo, equitativo y lleno de oportunidades.