Son muchas realidades de angustia y pobreza que están sufriendo una inmensa población de argentinos, de forma especial los dos extremos de la cuerda poblacional, los más jóvenes y los viejos. No es la primera vez que esto sucede en el país del Sur, en su historia económica se han vivido los extremos más recalcitrantes. De gobiernos y ministros de hacienda que han hipotecado el patrimonio económico y productivo, como aquellos que se han acercado un poco a lo que consideramos un país en justicia social y progreso.
La apuesta de Javier Milei es cada vez más dolorosa, y solo la está iniciando. Para muchos es la apuesta que ya hicieron sus antecesores políticos que encontraron en Inglaterra un supuesto socio, que a la verdad consideraban al granero de América un vasallo del imperio, con costos astronómicos de deuda externa y finalmente la pérdida de las Islas malvinas. En el siglo pasado no hay gobierno que se salve, porque fueron tiempos de fugas de capitales, del parasitismo financiero, desinflación, hiperinflación, planes extranjeros impuestos desde Europa o de los USA como el Plan Brady; el saqueo a la renta petrolera, default, deuda creciente con el FMI y corrupción al interior del gobierno de Buenos Aires y de todas las provincias. Sin contar los horrores sin nombre de las dictaduras.
No basta entonces la riqueza natural del territorio, en alimentos, energéticos y ahora con el litio, pareciera que el destino del segundo país de sudamérica en extensión, no cambia y tiende a agudizarse en la pobreza , aún después de dejar el socialismo para entrar en las opciones de la derecha más recalcitrante. Y es el arzobispo de la Argentina, monseñor Jorge García Cuerva, durante la celebración del tedeum por el 9 de julio, quien advierte que “a muchos les falta el termómetro social de saber lo que viven los argentinos de a pie” y reclamó por la unidad para sacar a la Argentina adelante.
“Señor Jesús, muchos argentinos están haciendo un esfuerzo enorme, un esfuerzo que conmueve, un esfuerzo esperanzador. No permitas que lo cascoteemos con intereses mezquinos, con la voracidad del poder por el poder mismo, con conductas reprochables que sólo demuestran que a muchos les falta el termómetro social de saber lo que viven los argentinos de a pie. No hipotequemos el futuro”, y agregó que “demasiadas cosas ya hicimos mal en el pasado del que nadie se hace cargo, aunque el resultado es que en Argentina seis de cada diez chicos son pobres; niños con hambre revolviendo basura, chicos no escolarizados, o con una instrucción demasiado básica, no pudiendo leer de corrido o interpretar un texto”, haciendo referencia al Plan Nacional de Alfabetización,y aseguró que “la educación básica tiene que ser el primer objetivo de un plan de desarrollo, porque el hambre de instrucción no es menos deprimente que el hambre de alimentos: un analfabeto es un espíritu subalimentado”.
En el marco de la ceremonia religiosa del Tedeum, García Cuerva leyó un versículo de la Biblia con la historia de un paralítico a quien curó y perdonó sus pecados, y trazó un paralelismo con la historia del país: “Le presentaron a Jesús un paralítico tendido en una camilla; tantos hermanos paralizados hace años en su esperanza, tantos atravesados por el hambre, la soledad, y una justicia largamente esperada; tantos argentinos tendidos sobre una manta en el frío de las veredas de las grandes ciudades del país; tantos postrados a consecuencia de la falta de solidaridad y el egoísmo. En definitiva, una Argentina que nos duele hace mucho, que se dice independiente hace 208 años, pero que aún hoy sufre las cadenas de diversas esclavitudes que no nos dejan caminar como pueblo hacia un desarrollo pleno y una mejor calidad de vida para todos”.
El arzobispo aseguró que “el gran objetivo” de todos debe ser “que Argentina se cure, que Argentina se ponga de pie, que Argentina camine, que Argentina se independice de las camillas que la tienen postrada, paralizada y enferma. Porque como decía el Papa Francisco: hoy no hay tiempo para la indiferencia. No nos podemos lavar las manos con la distancia, con la prescindencia, con el menosprecio. O somos hermanos o se viene todo abajo”.
Asimismo, afirmó que hay que “insistir una y mil veces en forjar la unidad entre los argentinos, más allá de nuestras diferencias, porque para la cultura del encuentro no hay límites, nadie es prescindible, nadie es descartable. Necesitamos aprender a reencontramos y reconocer que somos una comunidad; dejar de lado personalismos y generar consensos y acuerdos que permitan, a la creatividad y audacia, abrir nuevos caminos; es urgente entender que nos necesitamos, que somos hermanos, hijos de la misma Patria”.
Aún falta mucho del actual gobierno, aunque los índices de inflación y por ende del costo de la vida sigue aumentando, el nivel de desempleo y la migración de jóvenes y sus familias, enturbian aún más el panorama para una inmensa población que se queda, en muchos casos, porque no hay otra opción. Es el retrato de políticas económicas que se han desarrollado en la historia republicana argentina en beneficio de muy pocos, de los cuales con sus riquezas hacen añorar la historia de un país rico, cosmopolita, de primer mundo, pero que en realidad fueron de aquellos que se enriquecieron a costa de vender territorio, riqueza natural, y su alma al poder imperial de turno, tanto de ayer, como de hoy.
Y como en los demás países del continente, pareciera que no pueden salir de su círculo de horror, que conlleva miseria, explotación y destrucción. Cada nación latinoamericana vive su realidad enmarcada en guerras internas, exclusión social, populismo, crimen y corrupción que no van de acuerdo a un territorio magnífico con todos los recursos necesarios para ser el mejor lugar para vivir. Pueden más los intereses particulares de unos pocos, tanto nacionales como internacionales, sobre el total de la población.