Los pequeños Estados insulares del Pacífico sur, enfrentan una lucha constante contra los efectos devastadores de los ciclones, el aumento del nivel del mar y otros fenómenos asociados al cambio climático.
La situación es especialmente grave en las naciones como Samoa y otras de la Polinesia. Están amenazadas por la deuda y las crecientes tensiones geopolíticas. La única manera en que pueden sobrevivir de manera efectiva es si los prestamistas internacionales aceptan condiciones más justas para la financiación vital del desarrollo.
Además, los mayores contaminadores del mundo tienen la responsabilidad de realizar un “aumento masivo” de las contribuciones para abordar el “caos climático” en el que está sumido el planeta pero hasta ahora, son insuficientes para compensar los impactos económicos de los desastres naturales provocados por el cambio climático.
Los habitantes de Samoa han demostrado una notable resistencia ante los impactos climáticos, como el devastador tsunami de 2009 que dejó al menos 192 muertos. Sin embargo, esta resiliencia no es suficiente para contrarrestar los desafíos que enfrentan sin el apoyo financiero adecuado.
El depender de préstamos de instituciones internacionales a tasas excesivamente altas, les impide acceder a los fondos necesarios para financiar su desarrollo sostenible. Es esencial que las instituciones financieras internacionales consideren el Índice de Vulnerabilidad Multidimensional al otorgar financiamiento, permitiendo así que estos países accedan a condiciones de crédito más favorables.
El acceso a fondos para el desarrollo, como los vinculados a los derechos especiales de giro canalizados por el Fondo Monetario Internacional, es vital para naciones como Samoa que ha perdido ingresos significativos del turismo, una actividad económica fundamental para la región. Sin estos recursos, la lucha contra el cambio climático se torna casi imposible.
Hay que considerar que los océanos, que cubren el 70% del planeta, están sufriendo de manera alarmante debido al cambio climático. Si bien han absorbido más del 90% del calentamiento global desde 1970, están llegando al límite de lo que pueden soportar. Si este calor hubiera entrado en la atmósfera, las temperaturas medias globales habrían aumentado en casi 56 grados centígrados, lo que habría hecho la Tierra inhabitable.
El caso de Samoa ilustra la determinación de su gente para luchar no solo contra los impactos inmediatos del cambio climático, sino también contra los efectos a largo plazo, como el aumento del nivel del mar y las tormentas recurrentes. En un ejemplo claro de esta lucha, es un muro que protege a un pueblo del mar y que ha tenido que ser reconstruido tres veces en los últimos 20 años debido a los tsunamis, el aumento del nivel del mar y las fuertes tormentas.
El aumento de la temperatura de los océanos está teniendo efectos devastadores en la vida marina y, por ende, en las comunidades humanas que dependen de ella. Por ejemplo, el blanqueamiento de los corales, provocado por las aguas más cálidas, afecta directamente a los ecosistemas de los arrecifes de coral, que albergan una gran biodiversidad marina y son una fuente crucial de alimentos. Además, el cambio en la temperatura del agua puede alterar el desarrollo y crecimiento de muchas especies marinas, lo que afecta la pesca, una fuente de sustento para miles de millones de personas.
El derretimiento de los glaciares, que ha reducido significativamente el hielo marino en el Ártico y la Antártida, también tiene consecuencias graves para la vida silvestre. La pérdida de hielo marino afecta a la producción de algas, la base de la red alimentaria del Ártico, y tiene un efecto dominó en especies como el bacalao ártico, las focas, las ballenas y los osos polares. Además, el aumento del nivel del mar, impulsado tanto por el derretimiento del hielo terrestre como por la expansión térmica del agua, amenaza a las comunidades costeras y a la vida silvestre que depende de los hábitats costeros.
El cambio climático también está alterando las corrientes oceánicas, que juegan un papel crucial en la regulación del clima global. Por ejemplo, la desaceleración de la Corriente del Golfo podría tener consecuencias drásticas para el clima en Europa y en otras partes del mundo, alterando los patrones de precipitación y las temperaturas del aire.
La acidificación del océano, causada por la absorción de dióxido de carbono, está afectando a la vida marina que depende de las conchas de carbonato de calcio, como corales, vieiras y cangrejos. La perturbación de estos organismos tiene el potencial de alterar toda la cadena alimentaria oceánica, lo que podría tener efectos devastadores para las comunidades humanas que dependen de los recursos marinos para su sustento.
Los pequeños Estados insulares del Pacífico están en la primera línea de la batalla contra el cambio climático. Para que puedan continuar su lucha, es crucial que reciban un financiamiento justo y adecuado, y que la comunidad internacional cumpla con sus compromisos para abordar esta crisis global, que más temprano que tarde nos tocará a la puerta de nuestros países con los mismos problemas financieros, destrucción de los biosistemas y la disparada de necesidades que no se pueden solucionar con las consecuentes catástrofes sociales y humanitarias.
El hombre se ha olvidado del Desarrollo Sostenible, explotan los recursos para un enriquecimiento inmediato sin tener en cuenta las generaciones futuras. Nuestro planeta está en cuidado intensivo y en manos de nosotros está la salvación.