La bicicleta se ha convertido en un medio de transporte urbano cada vez más popular, ofreciendo beneficios significativos tanto para la salud personal como para el medio ambiente. Sin embargo, su uso presenta desafíos particulares que varían según la edad del ciclista. Los reflejos, musculatura, habilidades, y la incidencia de enfermedades y accidentalidad, se mueven en los dos extremos, los muy jóvenes por descuidados y osados, y al otro extremo, la tercera edad que debe reconocer que sus habilidades han cambiado.
Una cosa es la bicicleta recreativa que se hace en parques o ciclorrutas especializadas y donde el usuario va a pasear, no es un trayecto para competencias o los afanes del día a día. Aquí lo importante es la recreación y el ejercicio pausado con total seguridad. Otra cosa es el usuario diario que ha optado por este vehículo por temas de economía, por conciencia ambiental y dejar el auto o los servicios públicos de transporte para otro momento. Además, fomenta un estilo de vida más saludable, ayudando a combatir enfermedades relacionadas con el sedentarismo.
Este ciclista diario y urbano logra mantener sus reflejos, habilidades motoras, concentración visual, auditiva y tiene la masa muscular necesaria para hacer sus recorridos con facilidad y buena disposición física. El hacerlo desde edades jóvenes le permite mantener un nivel físico que con el tiempo va mejorando y le facilita hacer trayectos más largos y exigentes, mientras que el ciclista casual adolece de esas condiciones que se van perdiendo con la edad. Y una actividad beneficiosa se complica, porque aquí el hábito del ejercicio constante si garantiza que lo pueda seguir realizando, su cuerpo recuerda como usarla, pero sus reflejos y habilidades lo hacen temblar y dudar de la ruta que pretende seguir, y puede perder el equilibrio ante cualquier contingencia por pequeña que sea. Así la falta de práctica puede llevar a un mayor riesgo de accidentes y lesiones.
Los reflejos son cruciales para la seguridad en el uso de la bicicleta, permitiendo al ciclista reaccionar rápidamente a los peligros. Y es claro, los reflejos se desarrollan y mejoran con la práctica continua. Los ciclistas no habituales, al no estar acostumbrados a responder rápidamente a situaciones imprevistas, están en mayor riesgo de accidentes. La falta de ejercicio diario, hace que el ciclista experimente fatiga muscular más rápidamente, lo que puede afectar su capacidad para controlar la bicicleta y mantener el equilibrio. El pedaleo constante fortalece los músculos de las piernas, mientras que el equilibrio y la maniobrabilidad requieren fuerza en el núcleo y los brazos.
La accidentalidad es un tema crítico en una ciudad como Bogotá, los ciclistas de tercera edad tienen una tasa de accidentalidad más alta en comparación con otros grupos etarios. En 2023, se registraron 250 accidentes que involucraron a ciclistas mayores de 60 años, de los cuales 35 resultaron en fatalidades. Las causas más comunes incluyen la falta de visibilidad, reflejos disminuidos y condiciones de salud preexistentes.
Según un estudio realizado por el Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) de Bogotá, aproximadamente el 12% de los usuarios de bicicletas urbanas tienen más de 60 años. Esta cifra ha ido en aumento debido a las campañas de promoción del ciclismo como una actividad saludable para todas las edades. Si bien el ciclismo puede ayudar a prevenir enfermedades crónicas como la hipertensión, la diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares, exige ser un ejercicio constante para que dé sus frutos, de lo contrario es una trampa que hay que evitar.
Los ciclistas habituales, pueden mitigar algunos de los efectos del envejecimiento, como mantener la salud cardiovascular, aumentar la resistencia muscular y mantener un peso saludable, también ayuda a mantener la agudeza mental, la coordinación y tiene efectos positivos en la salud mental, reduciendo el estrés y mejorando el bienestar general. La visión y la audición son esenciales para la seguridad en el ciclismo urbano que con el envejecimiento, estos sentidos tienden a deteriorarse, lo que puede aumentar el riesgo de accidentes. Sin embargo, la práctica regular del ciclismo puede ayudar a mantener estos sentidos más agudos, ya que los ciclistas deben estar constantemente alertas a su entorno.
Los ciclistas habituales tienden a mantener mejores niveles de habilidades motoras y reflejos en comparación con aquellos que no practican este ejercicio regularmente. Además, el ciclismo puede tener efectos positivos en la salud mental, reduciendo el estrés y mejorando el bienestar general. En el caso de las personas de la tercera edad es importante hacer parte de clubes o asociaciones que se acompañan en los trayectos, además de participar en programas de educación y entrenamiento específicos para ellos, de forma tal que pueden mejorar sus habilidades y confianza. Estos programas pueden incluir entrenamiento en reflejos, equilibrio y manejo de la bicicleta en entornos urbanos.
No descuidar las revisiones médicas regulares que ayuden a identificar y gestionar problemas de salud especialmente aquellas dolencias crónicas. Ciertamente el ejercicio físico que proporciona la bicicleta, no es una panacea, requiere un uso constante, mantener altos niveles en seguridad pasiva y activa, tanto en el vehículo como en el usuario. Si su presupuesto se lo permite, puede adquirir una e-bike con pedaleo asistido que le va ayudar bastante, pero la condición sigue siendo la misma, la frecuencia de uso.
En ciudades como Bogotá, donde el uso de la bicicleta sigue creciendo, estas medidas son esenciales para garantizar la seguridad y el bienestar de todos los ciclistas, especialmente los más vulnerables.