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Una fiesta maravillosa en París

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La ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París 2024 comenzó a las 19:30 horas con un desfile flotante que llevó a casi 7.000 atletas de todo el mundo por el río Sena y pasó por los lugares más famosos de la capital francesa. La ceremonia duró aproximadamente tres horas y 45 minutos .

El río, los iconos de la ciudad, las delegaciones de atletas del mundo, la danza, la música, los techos y cada escenario que se montó en el recorrido del Sena, fue un viaje por la historia de esta ciudad que se ofrece al mundo con los Juegos Olímpicos de verano 2024.

A través del arte nos mostraron las riquezas culturales de una Francia siempre abierta a los cambios y de forma especial al reconocimiento de los derechos, la inclusión, la equidad entre los habitantes del planeta. Si bien es cierto estas justas son la fiesta que todos esperamos, para escapar de las noticias diarias de guerras, mezquindades, egoísmos y toda esa cantidad de acciones que nos apartan de lo que realmente nos identifica como seres humanos, los galos rompieron con todas las tradicionales inauguraciones en los estadios olímpicos.

El humanismo fue el protagonista de esta inusual ceremonia de inauguración, que quizás para los más tradicionales, que esperaban el estadio repleto, les pareció larga, algo más de cuatro horas, dificil de seguir si estaba desconectado de una pantalla, pero gracias a la televisión se logra cohesionar el montaje de toda una obra de arte, muy a lo francés, rica en humor, que comienza con un Zinedine Zidane varado en el tren que lleva la llama olímpica y que finalmente las recogen tres chicos sin nada en particular y comienza la aventura de la llama. Mientras los equipos olímpicos avanzaban por el río Sena, una figura misteriosa, encapuchada y enmascarada, trazaba su propio camino a través de los tejados escalonados de París. Hasta estuvieron los Minions, literalmente estallando de risa y haciendo burbujas de risotadas, cuando sorpresivamente aparece la Mona Lisa en las aguas del río.

Sorpresa amarilla, los Minions, esos diminutos ingenuos y torpes que buscan un verdadero villano al que servir y, esta vez, en pro de los deportistas olímpicos.

Se recordó la moda, esa otra industria cultural que mueve la economía , el turismo, símbolos magníficos como la Catedral de Notre Dame y su reconstrucción. Las canciones interpretadas por Lady Gaga y un cierre absolutamente emocionante con una canción que es París: Hymne à l’amour, el célebre tema de Édith Piaf, interpretada por la canadiense Céline Dion.

La Marsellesa resonó desde la azotea del Grand Palais de París interpretada por la mezzosoprano francesa Axelle Saint-Cirel, bajo un cielo lluvioso y nos muestra la presencia afro en este país europeo, aportando arte, cultura y demostrando que la integración de los migrantes es más provechosa si se hace bien y sin egoísmos.

Y si de tecnología se trata, pues un caballo mecánico llevó a una jinete por el río hasta cercanías de la Torre Eiffel para continuar con la ceremonia de apertura de los juegos. Ahora bien, el colonialismo francés fue recordado por un país que lo ha vivido duramente, Argelia. Los atletas argelinos llevaron rosas rojas en su barco y luego las arrojaron al río para honrar a las víctimas de la represión policial de 1961 contra los manifestantes argelinos en París. Los historiadores dicen que unos 120 manifestantes murieron y 12.000 fueron arrestados mientras se manifestaban en apoyo de la independencia de Francia, el entonces gobernante colonial de Argelia. Argelia obtuvo su independencia en 1962 después de una larga guerra.

El director artístico Thomas Jolly, un artista francés acostumbrado a los grandes montajes, realmente nos sorprendió por la dimensión del escenario, la ciudad de París y su río, por la cantidad de historias que se contaron y la forma de representarlas, y porque en todo momento nos recordó lo que son los juegos olímpicos, una cita de humanidad, generosidad y valor, matizado con los fundamentos de la sociedad francesa.

La llama olímpica se elevó sobre París en un pebetero flotante encendido por los atletas franceses Marie-José Pérec y Teddy Riner. Por ahora ese globo, permanecerá por el tiempo de los juegos, recordándonos que podemos vivir juntos, colaborando, dando lo mejor de sí, sin quitarle al otro, obrando limpiamente y que más allá de ganar, es participar con honor y valentía.

Los franceses Marie José Pérecy Teddy Riner encienden el pebetero olímpico en la zona de las Tullerías cerca de la Plaza de la Concordia, el cual se eleva en un enorme globo aerostático, y se queda suspendido en el aire.

1 COMENTARIO

  1. Muy buena reseña de la inauguración de los juegos Olímpicos. Deja traslucir claramente el mensaje.de historia y de cultura que los franceses quisieron enviar al mundo

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