La RAM (resistencia a los antimicrobianos), se desarrolla principalmente como resultado del uso indebido y excesivo de antimicrobianos en humanos, animales y en la agricultura. Cada vez que se utilizan antibióticos de manera incorrecta, como cuando se administran para infecciones virales o se suspenden antes de completar el tratamiento, las bacterias resistentes pueden sobrevivir y multiplicarse. Este mal uso se ha exacerbado por la automedicación, la falta de regulación en la venta de antibióticos, y la prescripción excesiva de los mismos por parte de profesionales de la salud.
En el ámbito agrícola, los antibióticos se han utilizado durante décadas no solo para tratar infecciones en animales, sino también como promotores del crecimiento. Este uso excesivo contribuye a la aparición de bacterias resistentes, que luego pueden transmitirse a los humanos a través del consumo de alimentos contaminados o mediante el contacto directo con animales infectados.
El sector agrícola juega un papel importante en la propagación de la RAM. La utilización de antibióticos en animales destinados al consumo humano genera resistencia que se disemina a través de productos animales, agua, suelo y aire. Estos antibióticos también ingresan en los ecosistemas acuáticos a través de residuos industriales y desechos, lo que contamina las fuentes de agua y promueve la aparición de microorganismos resistentes en el medio ambiente.
Además, la resistencia antimicrobiana en la agricultura pone en riesgo la seguridad alimentaria mundial. A medida que los antibióticos pierden su efectividad, las infecciones en animales se vuelven más difíciles de controlar, lo que podría tener un impacto negativo en la producción de alimentos, reduciendo el suministro y encareciendo los productos básicos.
Las prácticas agroindustriales son uno de los principales contribuyentes a la propagación de la resistencia antimicrobiana (RAM), y su impacto en la salud humana es significativo. Estas prácticas incluyen el uso excesivo de antibióticos en la cría de animales y la producción agrícola, lo que contribuye a la aparición de bacterias resistentes que pueden transmitirse a las personas a través de diferentes vías.
El uso de antibióticos en la producción animal tiene como objetivo prevenir enfermedades en el ganado, promover el crecimiento y aumentar la eficiencia productiva. Sin embargo, esta práctica también genera un ambiente propicio para el desarrollo de bacterias resistentes, las cuales pueden transferirse a los humanos de varias maneras.
Las bacterias resistentes pueden encontrarse en productos de origen animal, como carne, leche y huevos. Cuando los humanos consumen estos alimentos sin cocinarlos adecuadamente, las bacterias pueden ingresar al organismo y causar infecciones que son difíciles de tratar debido a su resistencia a los antibióticos. Los trabajadores agrícolas y ganaderos, así como las personas que viven en áreas rurales, están en mayor riesgo de estar expuestos a bacterias resistentes. Esta exposición directa puede ocurrir mediante el manejo de animales o la manipulación de productos agrícolas contaminados.
Los residuos de antibióticos utilizados en la ganadería y la agricultura contaminan los suelos y las fuentes de agua. Estos residuos pueden persistir en el ambiente y promover la diseminación de bacterias resistentes en los ecosistemas naturales. Así, los humanos pueden verse afectados por el consumo de agua contaminada o el contacto con suelos y vegetación que han absorbido estos antibióticos.
Un ejemplo alarmante es el uso de antibióticos en la acuicultura, donde los peces y otros organismos acuáticos son tratados con grandes cantidades de antimicrobianos. Los residuos de estos medicamentos se vierten en cuerpos de agua, afectando no solo a la vida acuática, sino también a las personas que consumen productos marinos o utilizan esas aguas para otros fines.
Uno de los mayores problemas es la falta de regulación estricta en muchos países respecto al uso de antibióticos en la industria alimentaria. En algunos casos, los antibióticos se venden sin receta para uso en animales, y las prácticas de administración a menudo no siguen las recomendaciones adecuadas. Esto es particularmente problemático en países en desarrollo, donde las normas de control son más laxas y la fiscalización es limitada.
De otra parte, la automedicación es una práctica muy extendida en muchas regiones del mundo, y contribuye de manera significativa a la propagación de la RAM. La automedicación ocurre cuando las personas se tratan a sí mismas con antibióticos sin la supervisión de un profesional de la salud, y puede ser resultado de la facilidad de acceso a los medicamentos, la falta de información o la presión económica que lleva a evitar consultas médicas.
Los pacientes que se automedican a menudo eligen el antibiótico incorrecto para tratar su condición. Muchas infecciones son causadas por virus, como la gripe o los resfriados comunes, para los cuales los antibióticos no son efectivos. El uso innecesario de antibióticos en estas circunstancias no solo es inútil, sino que aumenta la probabilidad de que las bacterias presentes desarrollen resistencia.
Otro problema común es el uso de dosis incorrectas o tratamientos incompletos. Muchas personas, al automedicarse, no siguen las pautas adecuadas sobre la duración del tratamiento, lo que significa que las bacterias pueden sobrevivir y volverse resistentes. Detener el uso de antibióticos antes de completar el tratamiento prescrito permite que las bacterias parcialmente resistentes sigan proliferando.
En algunos países, los antibióticos están disponibles sin receta médica, lo que facilita la automedicación. Esto es particularmente problemático en áreas donde la educación sanitaria es limitada, y las personas no están plenamente conscientes de los riesgos asociados con el uso indebido de estos medicamentos.
Para combatir la automedicación y reducir su impacto en la RAM, es crucial informar al público sobre los peligros de la automedicación y es esencial para cambiar los comportamientos. Estas campañas deben centrarse en la importancia de usar antibióticos solo cuando sean recetados por un médico, y en la necesidad de completar el tratamiento prescrito incluso si los síntomas desaparecen. Iniciativas como la «Semana Mundial de Concienciación sobre el Uso de los Antibióticos», organizada por la OMS, son ejemplos de esfuerzos globales para aumentar la conciencia.
En muchos lugares, la automedicación es el resultado de la falta de acceso a servicios médicos adecuados. Al mejorar la infraestructura de salud y hacer que las consultas médicas sean más accesibles y asequibles, se puede reducir la necesidad de automedicarse. La implementación de políticas que restrinjan la venta de antibióticos sin receta es una herramienta eficaz para reducir la automedicación. Algunos países han adoptado sistemas de venta controlada en farmacias, donde los antibióticos solo se dispensan con una prescripción válida. Esta medida debe ir acompañada de sistemas de vigilancia para garantizar su cumplimiento.
Los médicos y farmacéuticos desempeñan un papel clave en la lucha contra la RAM. Es importante que reciban formación continua sobre las mejores prácticas en la prescripción de antibióticos y cómo asesorar a los pacientes sobre su uso adecuado. Además, la disponibilidad de diagnósticos rápidos en clínicas y hospitales puede ayudar a determinar con precisión si un antibiótico es necesario y cuál es el tratamiento más adecuado.
Algunas soluciones incluyen mejorar las políticas regulatorias para limitar el uso de antibióticos en animales sanos, promover alternativas no antimicrobianas, como vacunas y mejores condiciones de manejo, y crear incentivos para que los productores adopten prácticas más seguras. Países como Dinamarca y los Países Bajos han implementado con éxito políticas que restringen el uso de antibióticos en la ganadería, reduciendo significativamente la aparición de bacterias resistentes sin afectar la productividad agrícola.
Otra causa clave es la falta de investigación y desarrollo de nuevos antimicrobianos. Desde hace más de 30 años, el desarrollo de nuevos antibióticos se ha ralentizado considerablemente. Las empresas farmacéuticas han mostrado poco interés en invertir en esta área, ya que los antibióticos generan menos ingresos a largo plazo en comparación con medicamentos que tratan enfermedades crónicas.
El aumento de la resistencia antimicrobiana está llevando al resurgimiento de infecciones que antes se consideraban controladas. Infecciones como la neumonía, la tuberculosis, la gonorrea y las infecciones de transmisión alimentaria son cada vez más difíciles de tratar. Las «superbacterias», como el Staphylococcus aureus resistente a la meticilina (SARM), son un ejemplo de microorganismos que han desarrollado una resistencia tal que los tratamientos estándar son ineficaces. En algunos casos, no existen alternativas viables para tratar a los pacientes, lo que lleva a un aumento en la mortalidad.
La OMS estima que, si no se toman medidas, para el año 2050, las infecciones resistentes a los antimicrobianos podrían causar la muerte de 10 millones de personas anualmente, superando las muertes causadas por el cáncer. Este escenario se conoce como el «apocalipsis antibiótico», donde los procedimientos médicos más comunes, como cirugías, trasplantes o tratamientos para el cáncer, se convertirán en peligrosos debido a la falta de antibióticos efectivos para prevenir infecciones.