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La opción de los E-cars, retos y sombras en un planeta que requiere energía limpia y permanente

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Una industria que crece en China, mientras que los productores tradicionales de occidente la están pasando mal, llegaron tarde.

En estos meses de intenso calor, sequías y en general de crisis climática, cabe preguntarse si están dadas las condiciones para que la movilidad eléctrica pueda en realidad extenderse y masificarse en el planeta. Esta alternativa se ha presentado como la solución clave en la lucha contra el cambio climático, ofreciendo una opción más limpia frente a los vehículos de combustión interna. Sin embargo enfrenta una serie de desafíos económicos, geopolíticos y tecnológicos que la frenan para que se extienda.

Al igual que la movilidad de motores de combustión interna, los eléctricos depende de recursos naturales, particularmente el litio, que es fundamental en la producción de baterías. Las reservas mundiales de este mineral están altamente concentradas en países como Chile, Argentina, Bolivia y Australia, lo que plantea problemas geopolíticos y de sostenibilidad.

La extracción de litio no solo genera preocupaciones ambientales, como la contaminación de aguas y la destrucción de ecosistemas, sino que también afecta a las comunidades locales que dependen de estos recursos. Estas explotaciones están ubicadas en zonas áridas y requiere gran cantidad de agua para lograr el preciado mineral.

La planta de Sales de Jujuy en el salar de Olaroz, en la provincia argentina de Jujuy. Sales de Jujuy.

Ante esta realidad en China se están desarrollando otras tecnologías como las baterías de estado sólido, que prometen mayor seguridad y eficiencia. Sin embargo, estas tecnologías aún están en desarrollo y requieren inversiones significativas para su comercialización. Sin un avance en este ámbito, la movilidad eléctrica seguirá siendo vulnerable a las fluctuaciones en el suministro de litio y a los impactos ambientales que su extracción genera en acuerdos de explotación y comercialización de grandes multinacionales y gobiernos proclives a convenios desventajosos para los países.

Pero al igual que los motores de combustión interna, la movilidad eléctrica necesita energía para funcionar. En este caso, está ligada a la forma en que se produce la electricidad a nivel global. A pesar de los avances en energías renovables, muchas regiones del mundo todavía dependen de combustibles fósiles para generar electricidad, o de las lluvias para mantener las hidroeléctricas, que en el presente año, en Suramérica por ejemplo, pasa por situaciones críticas por temas de cambio climático y los efectos del El Niño y La Niña.

Esto significa que, aunque los vehículos eléctricos no emiten CO2 directamente, el impacto ambiental de su uso depende de la fuente de energía utilizada para cargarlos, por ello es fundamental modernizar la infraestructura eléctrica para soportar el aumento en la demanda de electricidad. La instalación de puntos de carga accesibles es un reto significativo, especialmente en áreas rurales o menos desarrolladas, así la creación de redes de carga eficiente y distribuida es vital para fomentar la adopción masiva de vehículos eléctricos, que para el caso del continente, es bastante precaria.

Hay otro factor que dificulta que estas tecnologías de movilidad crezcan lo suficiente para ser universales, la competencia en la industria automovilística que dominaba USA y Europa, pero ahora está dominada por China, que se ha posicionado como líder en la producción de vehículos eléctricos.

Desde los inicios de este siglo se han implementado políticas de investigación, desarrollo subsidios y apoyo a la industria, que han permitiendo que los fabricantes asiáticos crezcan y dominen rápidamente el mercado. Esto ha generado tensiones comerciales donde las industrias automovilísticas tradicionales están luchando por adaptarse a este nuevo paradigma y no naufragar en estas guerras comerciales.

Así por ejemplo, la industria automovilística alemana, famosa por sus marcas icónicas como Volkswagen, BMW y Mercedes-Benz, enfrenta una crisis significativa. Durante décadas, Alemania fue líder en tecnología automotriz, pero ahora se encuentra rezagada en la transición hacia la movilidad eléctrica, considerando que su mercado, más que Europa es China, y allí la tienen perdida.

En general la industria tradicional ha revelado falta de preparación tecnológica y a pesar de los planes para lanzar modelos eléctricos, los retrasos en la producción y la integración de nuevas tecnologías han puesto en riesgo su posición. Esta crisis también se refleja en la reducción de empleos y en la necesidad de reentrenar a la fuerza laboral para que se adapte a las nuevas realidades del sector, lo que significa reconvertir, despedir personal y enfrentar huelgas.

Como toda tecnología aún sigue siendo muy costosa en las marcas tradicionales, si bien se ha logrado disminuir algo, siguen siendo más altos que sus contrapartes de combustión interna. Esto limita el acceso a la tecnología para muchas personas, especialmente en regiones donde el poder adquisitivo es bajo, como es el caso de Suramérica. Además que las políticas gubernamentales no siempre son suficientes para cerrar la brecha de precios, que implican además los costos asociados con la carga y el mantenimiento de los VE que también deben ser considerados, ya que pueden impactar la percepción de los consumidores sobre la viabilidad económica de la movilidad eléctrica.

Montar a nivel nacional toda la infraestructura eléctrica suficiente para disponer de cargadores y muy especialmente de electricidad, siguen siendo un reto general, y ante las realidades de la crisis climática es aún más relevante esta situación, que perfectamente puede dar al traste con esta tecnología. Así como hay racionamientos de agua, los hay de electricidad y cabe considerar las prioridades de las comunidades.

Aún falta mucho para que la energía fotovoltaica, la eólica y otras alternativas verdes sean las más relevantes en el continente, que hoy se debate ante una crisis que en buena parte es producto de los motores de combustión interna que transitan diariamente, demandando combustibles fósiles y contaminando aún más la atmósfera.

El futuro inmediato de los E-cars depende de abordar de manera integral problemas relacionados con la extracción de recursos, la producción de energía, la competencia internacional y la accesibilidad económica. La colaboración entre gobiernos, industrias y comunidades será esencial para fomentar una transición hacia una movilidad eléctrica sostenible y accesible para todos, aunque otras opciones como los motores movidos por aire comprimido aún están ahí, esperando que la gran industria de autos y petróleo lo permitan.

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