Como toda fiesta, al final comienzan los balances y la tarea de poner en orden del lugar en donde se celebró. Así sucede en Cali, que durante la COP16 mostró nuevamente ese rostro de ciudad cívica, bonita, amable en donde la vida se goza a placer. Después de meses de mucha incertidumbre causada en parte por los movimientos civiles, que la pusieron en jaque, volvimos a soñar con el Valle del Cauca. Arte, cultura e integración global se hicieron presente para dialogar sobre un tema que debería ser diario para todos: la crisis ambiental y el capítulo de la biodiversidad.
Este tiempo en el que vivimos y en el marco cultural que desarrollamos nuestra existencia, nos ha enseñado a ser derrochadores, inescrupulosos con la naturaleza y sentirnos como el centro de toda la vida en este planeta que asumimos como nuestro, cuando en realidad somos existencias transitorias, que a duras penas llegamos a tres cuartas partes de un siglo. Realmente los que superan los cien años de vida son la excepción y no la norma.
Esta civilización occidental liberal y supuestamente democrática, porque a la final la interpretación de la democracia no es solo ejercer el voto universal, encierra muchas otras acciones sociales que no se dan en regímenes autoritarios que pululan por doquier, muy bien disfrazados. Así las cosas, en la COP 16 se planeó la necesidad de la defensa y el cuidado de la biodiversidad, porque su destrucción genera grandes desequilibrios ambientales que atentan contra todas las formas d vida que nos rodean.
Al romper el equilibrio biológico atentamos contra los ciclos del agua, de los gases, de las temperaturas y las corrientes de aire frío y caliente, en fin creamos el caos de un planeta que hace 12mil años se organizó para que pudiéramos habitarlo y vivir de su bondad. Y nuestra historia se considera que se inició hace 10,000 años y de los cuales en los dos últimos siglos, cuando desarrollamos las revoluciones industriales y nos volvimos mayoritariamente urbanos, también iniciamos una aventura que por ahora, nos esta alertando de los malos tiempos que tendremos en un futuro no tan lejano.
La preocupación de científicos, de algunas organizaciones, entre ella la ONU, buscan la forma que todos los gobiernos del mundo cambien su mirada de lo que debe ser nuestra forma de utilizar los que hemos denominado recursos naturales, una forma bastante materialista de nombrar las bondades del planeta, de la forma de consumir bienes y servicios, y de entender que lo que se esta poniendo en riesgo letal es nuestra propia existencia sobre la superficie de este planeta.
Para muchos todo el tema se reduce a un proceso natural del planeta que ya ha experimentado tras transformaciones geológicas: Precámbrico (Arcaica), Paleozoica, Mesozoica, Cenozoica Terciaria y Cuaternaria (algunos autores la consideran). Hoy le sumamos el Antropoceno, que es la aceleración de las transformaciones y destrucción de la vida en el planeta. Ahora bien, esto no sucederá de la noche a la mañana, pasarán años en los cuales se nuestros descendientes tendrán muy malos ratos. Según parece esto no le importa a los poderosos de estos tiempos.
Según la pagina de la ONU, “Al término de la COP16 quedaron dos puntos pendientes de acuerdo, ambos trascendentales para la implementación del Marco Mundial Kunming-Montreal para la Biodiversidad, el plan global que se adoptó durante la COP15 en Canadá para detener y revertir la pérdida de biodiversidad para el año 2030. La razón fue la suspensión de la cumbre debido a que ya no había un número suficiente de negociadores. “Eso deja algunos retos para la convención y corresponde empezar a subsanarlos”, reconoció la ministra de ambiente de Colombia y presidenta de la Conferencia, Susana Muhamad”.
Y agrega el texto: “Uno de ellos fue la falta de definición de un modelo de financiamiento para llevar el plan de protección de la biodiversidad a la realidad, identificando las fuentes de recursos, los mecanismos de acceso y de ejecución. Los cálculos indican que para la implementación del marco se requieren 700.000 millones de dólares. El otro punto que no se alcanzó a concretar fue el del mecanismo de monitoreo para medir los avances de los países en el cumplimiento de la hoja de ruta para la protección de la biodiversidad”.
Suena a frase de cajón que más se gasta en la guerra fratricida y es cierto, veamos. La guerra en Ucrania en 2023 alcanzó la cifra 2,44 billones de dólares, un 6,8 % más en términos reales que en 2022 y un 2,3 % del Producto Interior Bruto (PIB) global. Estados Unidos gastó 916.000 millones de dólares, en esa guerra. La OTAN ascendió a 1,34 billones de dólares. Rusia, destinó una cifra estimada de 109.000 millones de dólares, Ucrania, el octavo inversor mundial en armas, aumentó su gasto un 51 % hasta 64.800 millones de dólares, un tercio de su PIB.
China gastó cerca de 296.000 millones de dólares, un 6 % más y el 12 % del total, lo que supuso la mitad de la inversión en la región Asia-Oceanía y arrastró a otros países, así, Japón aumentó su gasto militar un 11 % y, Taiwan, un 11 %. Oriente Medio registró la mayor subida en una década, un 9 %, con Arabia Saudí como líder regional, seguido por Israel, que aumentó un 24 % su gasto por su ofensiva a gran escala en la Franja de Gaza tras los ataques de Hamás en octubre de 2023.
Ciertamente la humanidad no aprende las lecciones, en el fondo seguimos siendo los mismos, solo cambiamos y desarrollamos tecnologías, pero la ambición de poder, el adueñarse de todo lo que existe en el planeta sigue rondando en la cabeza de los líderes mundiales a todos los niveles. Ante esta realidad queda un camino posible, que como humanidad podremos transitar pero depende de cada uno. Vivir con menos, consumir menos, aprovechar ciertas tecnologías como la energía fotovoltaica, la reutilización y purificación de agua de forma natural, cuidar los suelos que sustentan la vida y tener una movilidad adecuada que no consuma fuentes contaminadoras.
La tarea es compleja, pero lo será más para los que vienen, estarán en un planeta muy difícil, que ya no será de la abundancia y debemos comenzar a entender que somos los que les enseñaremos a los que están naciendo a vivir con menos, a no desperdiciar, a cuidar y proteger el entorno. Los economistas pondrán el grito en cielo, pero su inmenso poder decisorio debe cambiar, es más importante la vida que el dinero y la rentabilidad que logran con la destrucción generalizada del planeta.