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Y cuál es el afán de consumir cosas que no son indispensables en nuestras vidas

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El sobreconsumo es el detonante de muchos de los problemas ambientales que sufrimos actualmente: sobrepesca, deforestación, emisión de gases de efectos invernadero y cambio climático, las islas de plástico o la pérdida de biodiversidad. Francisco.

Cuántas veces usted llega de forma desprevenida a ciertos comercios que ofrecen una gran cantidad de cosas que usted o su familia no necesitan y sin embargo usted sale con paquetes de compras impulsivas. Esas es una condición aprendida y estimulada por un arma muy interesante: la publicidad. Nos hace desear cosas que no necesitamos.

Esta sociedad del consumo es el resultado de la revolución del comercio que va unido a la industria y al capital, que busca no solo recuperar inversiones, fundamentalmente aumentar el capital, para que en un círculo interminable se pueda desarrollar cosas que no requerimos como fundamentales, hacer inversiones en la industria y recoger la cosecha de dinero en las tiendas y centros comerciales.

La vida urbana, que entre otras no obliga a trabajar y trabajar y seguir trabajando sin detenernos para adquirir vivienda, electrodomésticos, vehículos, ropa de ocasión y laboral, accesorios de comunicaciones y una infinita gama de aparatos, que entre otras están programados para dejar de funcionar, o porque el mismo mercado de productos los van sacando por ser anticuados.

Esta realidad ha contribuido de forma tajante a ramas del conocimiento como el Diseño Industrial, áreas de la ingeniería, la comunicación y todo un campo dedicado al comercio, que ya no es simplemente un intercambio, tanto desde lo local como internacional.

La globalización ha hecho posible que lleguen una infinidad de productos, muchos de los cuales ni siquiera se adaptan a costumbres sociales o culturales determinadas. Aún así, la comunicación hace posible que estos objetos se vean deseables, importantes y algo de lo cual no hemos podido superar desde los tiempos imperiales, lo que entendemos como civilizado, moderno y que nos estatus social.

Cuando nos acercamos al tema de la Crisis Climática y esa forma de consumir sin límites, nos muestra como la destrucción planetaria es una realidad palpable, y con ella la de personas que son esclavizadas por esas megaindustrias que solo quieren producir de forma imparable y vender de la misma manera. Si bien es cierto se busca que se aplique una economía circular, no llega a todos los renglones de la producción. El desperdicio de materias primas es inmenso y la contaminación se extiende.

¿Tiene sentido ese consumo al que se nos invitan todos los días? La principal argumentación es el buen estado de la salud de la economía, que implica competir en el mercado, generar empleos y sostener la macroeconomía. Lo que se pasa por alto es el costo real de esa forma de consumo. Es el planeta, sus biodiversidad, los esclavos actuales y los consumidores que se pasan la vida endeudados pagando cosas que en muchos casos solo hacen estorbo porque no se usan, y a la verdad no tenían objeto adquirirlo en su momento.

Bien lo dice el papa Francisco «Estamos saciados de tantas cosas, pero carecemos de la nostalgia por lo que nos hace falta. Nos hemos obsesionado con las necesidades, con lo que comeremos o con qué nos vestiremos, dejando que se volatilice el deseo de aquello que va más allá, la falta de deseo la que lleva a la tristeza y a la indiferencia». Y esa nostalgia tiene que ver con una vida sencilla, mesurada, dedicada al servicio a las comunidades donde desarrollamos nuestras vidas, enmarcado en la generosidad de ser desprendido, libre sin ataduras a las cosas.

Cada vez que se preocupe por adquirir algo, por crear un crédito y su deuda, considere si realmente es necesario para usted y su entorno familiar. Tenga en cuenta el costo real de adquirir algo que viene de las antípodas de donde está usted y tal como lo hacen los empresarios, fíjese en cuál es el retorno que proporciona esa compra. Bien complejo es cualquier cambio en el sistema económico imperante, pero más allá de cambios estructurales de los países, el cambio depende en realidad de cada uno de nosotros y de nadie más.

No podemos ser parte de la cultura del descarte que es producto del capitalismo neoliberal y en ella todo se convierte en mercancía, incluso la persona humana. Dentro del neoliberalismo se desacredita a todo tipo de personas y se ignora su dignidad además que todo se vale para producir más, extender los mercados y ganar dinero por montones en las manos de los poderosos, que no son necesariamente personas como tal. Es el capital generando más capital.

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