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¿De ricos a pobres? La zona ecuatorial del planeta y sus cambios climáticos

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Entre lluvias y sequías, más malas prácticas agrícolas, el daño ambiental en la zona ecuatorial del planeta empobrece todos los factores de vida.

La crisis climática tiene efectos devastadores en la zona ecuatorial del planeta, una de las regiones más ricas en biodiversidad. En esta franja del mundo, que incluye a países de América del Sur, África y Asia, las consecuencias del cambio climático son particularmente alarmantes debido a su impacto en ecosistemas frágiles, como la selva amazónica, y en las poblaciones humanas que viven allí.

El Amazonas, considerada el «pulmón del planeta», juega un papel fundamental en la regulación del clima global y en la absorción de carbono. Sin embargo, el aumento de las temperaturas y las prácticas de deforestación intensiva, impulsadas por la agroindustria y la explotación forestal, están acelerando su destrucción.

La pérdida de esta vasta área de biodiversidad no solo amenaza a innumerables especies animales y vegetales, sino que también libera enormes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera, exacerbando aún más el calentamiento global. Los países suramericanos que comparten la cuenca amazónica, como Brasil, Perú, Colombia, Bolivia y Venezuela, enfrentan el desafío de encontrar un equilibrio entre el desarrollo económico y la protección de estos ecosistemas vitales.

En lineas generales esta zona ecuatorial es muy estable, su clima se establece por la altura sobre el nivel del mar y el ciclo de mayores o menores lluvias, en líneas generales su estabilidad térmica es permanente durante el año. Ahora se ve afectada por los cambios bruscos de temperatura, lo que atenta contra la inmensidad de vida establecida en estos territorios. Mamíferos, aves, reptiles, peces y una infinita variedad de flora quedan desprotegidas por la destrucción constante del bosque, los ríos, lagunas y demás lugares que hacen posible la vida en tanta abundancia.

Hoy esta zona ecuatorial está experimentando un aumento en la frecuencia y la duración de las sequías, un fenómeno agravado por el cambio climático. En América del Sur, las sequías recurrentes afectan no solo a la Amazonía, sino también a las zonas agrícolas y las cuencas fluviales que están a su alrededor y que hacen frontera natural con otros accidentes geográficos como la cordillera de Los Andes.

En África, países como Nigeria, Camerún y el Congo se enfrentan a una creciente desertificación y pérdida de recursos hídricos, lo que pone en riesgo la seguridad alimentaria y el acceso al agua potable para millones de personas.

En Asia, regiones como Indonesia y Malasia, con ecosistemas tropicales vitales, también enfrentan sequías más frecuentes que afectan la producción agrícola y la vida en general. Toda esta banda verde planetaria, durante siglos ha sido explotada a través de la agricultura, ganadería, minería y la aplicación de técnicas industriales del manejo de la tierra. Para ello la deforestación es una constante, lo que destruye el ciclo natural del agua y la recuperación del suelo, empobreciendo finalmente a los habitantes de estas regiones.

Los fenómenos climáticos de El Niño y La Niña afectan gravemente la estabilidad climática de la zona ecuatorial, son eventos climáticos que se genera cada cierto número de años por el calentamiento del océano Pacífico, más o menos entre 5 y 7 años. Los vientos alisios empujan las masas de aire caliente del océano Pacífico para un extremo o se relajan. Cuando esas aguas calientes se devuelven, a pesar de que es un fenómeno específicamente marino, ocurren implicaciones en el clima y la hidrología de la zona ecuatorial, preferentemente.

En la medida en que hay más calor acumulado en los océanos, eso intensifica la oscilación o los extremos hidroclimatológicos del Fenómeno del Niño. De manera que pareciera que el cambio climático, aunque es distinto del Fenómeno del Niño, podría llegar a intensificarlo. La fase fría corresponde a La Niña y pueden durar, con más o menos intensidad, la mayor parte del año, o incluso más. Si bien son cíclicos, la destrucción de la capa vegetal ayuda a que sean más impredecibles en sus efectos, que en todo caso serán más complicados de enfrentar por su intensidad, bien mayor o menor.

Colombia, país situado en la región ecuatorial y que alberga una de las mayores porciones de la cuenca amazónica, se enfrenta a desafíos significativos debido a la crisis climática. Su ubicación geográfica, su rica biodiversidad y su dependencia de los recursos naturales lo convierten en un país especialmente vulnerable a los efectos del cambio climático. Las consecuencias afectan no solo al medio ambiente, sino también a las comunidades locales, la economía y la estabilidad de la vida en las ciudades y campos.

La deforestación ha aumentado en las últimas décadas debido a la expansión agrícola, la ganadería, la minería ilegal, el narcotráfico y la construcción de infraestructuras ilegales sin ninguna consideración ambiental. Hoy está perdiendo inmensas hectáreas, lo que no solo acelera el cambio climático al liberar grandes cantidades de carbono almacenadas, sino que también pone en peligro la biodiversidad, especialmente en especies clave como jaguares, delfines rosados, una amplia variedad de aves y anfibios que dependen de la salud de la floresta.

Además, los ecosistemas de los Andes establecidos en las tres cordilleras que atraviesan el país de sur a norte, están en riesgo. El aumento de las temperaturas y los cambios en los patrones de precipitación afectan directamente a las montañas y páramos, zonas clave para el suministro de agua. Los páramos, como el de Sumapaz, que abastecen de agua a gran parte de la población colombiana, están amenazados por la agricultura no planificada y el cambio climático, lo que podría llevar a una reducción significativa de las fuentes. Hoy lo vive Bogotá, la capital del país, con la posibilidad que sea aún más fuerte si no llueve en los próximos meses.

El alterarse los ciclos de lluvia en Colombia, genera fenómenos meteorológicos extremos más frecuentes, que van de verdaderos diluvios a sequías interminables. En la zona Caribe y los Llanos Orientales, las sequías prolongadas se han intensificado, afectando gravemente la agricultura, la ganadería y la seguridad alimentaria de las comunidades locales. Las temperaturas más elevadas y la falta de lluvias también agravan el problema de los incendios forestales, que destruyen vastas áreas de vegetación y ponen en riesgo tanto a la fauna como a los asentamientos.

Las regiones costeras y fluviales de Colombia, como el Valle del Cauca y el Chocó, se experimentan frecuentes inundaciones debido a lluvias torrenciales. Estas inundaciones, exacerbadas por el fenómeno de La Niña, afectan a cientos de personas al provocar deslizamientos de tierra, destrucción de cultivos y viviendas, y la perdida de vías de comunicación. Se espera que este año La Niña llegue al final del mismo de forma más leve y breve, lo que afecta en general el suministro de agua a nivel nacional.

En América del Sur, países como Perú y Ecuador son particularmente vulnerables a las inundaciones y daños de las tierras urbanas y rurales causados por El Niño. En contraste, La Niña, que enfría las aguas del Pacífico, provoca intensas sequías en regiones del sur de África, como en Zambia y Mozambique, y en zonas del sudeste asiático, aumentando la presión sobre los recursos ya escasos.

La biodiversidad en la zona ecuatorial se encuentra bajo una presión sin precedentes. El aumento de las temperaturas, los cambios en los patrones de precipitación y la destrucción del hábitat están empujando a muchas especies al borde de la extinción. Esto es particularmente alarmante en los países con las mayores concentraciones de fauna y flora, como Colombia, Ecuador, Brasil, la República Democrática del Congo e Indonesia. La desaparición de especies y la degradación de los ecosistemas afecta directamente a las comunidades locales, muchas de las cuales dependen de la biodiversidad para su sustento, a través de la pesca, la agricultura y el turismo ambiental.

Junto a los fenómenos de El Niña y La Niña, el aumento de los huracanes, tormentas tropicales e incendios forestales, ponen en riesgo la infraestructura y la seguridad de millones de personas. El desplazamiento forzado debido a la pérdida de tierras agrícolas, la escasez de agua y los desastres naturales se convierte en una crisis humanitaria de grandes dimensiones, con migraciones masivas tanto dentro de los países afectados como hacia regiones más seguras.

Los países ecuatoriales en América del Sur, África y Asia necesitan adoptar medidas urgentes para mitigar los efectos del cambio climático, preservar sus ecosistemas y proteger a sus poblaciones más vulnerables. Sin una acción decisiva, las consecuencias serán devastadoras y perdurarán por mucho tiempo.

Del otrora paraíso de vida estable y predecible, se va convirtiendo en una región inestable, con tendencia a empobrecerse y ser con el tiempo zonas más desérticas e inhabitables. El sello característico de su destrucción es la avaricia tanto de propios como extraños que la saquean indiscriminadamente, como si no tuviera final, la verdad es que si lo tiene.

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