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La crisis climática en Suramérica: Un desafío urgente para la seguridad alimentaria y la nutrición

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La crisis climática y sus terribles eventos extremos afectan la productividad agrícola, lo cual pone a la región en riesgo de aumento del hambre y la malnutrición en la región.

El reciente informe de la ONU, El Panorama Regional de Seguridad Alimentaria y la Nutrición 2024, revela una realidad alarmante: la variabilidad climática y los eventos extremos, como sequías, inundaciones y tormentas, están socavando la productividad agrícola, alterando las cadenas de suministro de alimentos y aumentando los precios de los productos básicos. Estos fenómenos no solo amenazan la disponibilidad de alimentos, sino que también profundizan las desigualdades sociales y económicas en América Latina y el Caribe, convirtiendo a la región en la segunda más expuesta a eventos climáticos extremos después de Asia.

Exposición y vulnerabilidad climática en Suramérica
Suramérica, una de las regiones más biodiversas del planeta, enfrenta una paradoja devastadora: mientras alberga recursos naturales vitales para el equilibrio global, como la Amazonía y los glaciares andinos, también es una de las más afectadas por el cambio climático. Al menos el 74% de los países analizados en el informe enfrentan una alta frecuencia de eventos climáticos extremos, lo que pone en riesgo la seguridad alimentaria de millones de personas.

La Amazonía, considerada el «pulmón del planeta», sufre una deforestación acelerada que no solo reduce su capacidad para absorber CO₂, sino que también afecta a las comunidades indígenas y la biodiversidad. En los Andes, el retroceso de los glaciares amenaza el suministro de agua para la agricultura y el consumo humano en países como Perú, Bolivia y Ecuador. Mientras tanto, las zonas costeras enfrentan el aumento del nivel del mar y la acidificación de los océanos, lo que pone en peligro a ciudades enteras y a la pesca, una actividad económica crucial en países como Chile y Perú.

Impacto en la seguridad alimentaria y la nutrición
Los eventos climáticos extremos están revirtiendo los avances logrados en la reducción del hambre y la malnutrición en la región. Entre 2019 y 2023, la prevalencia de la subalimentación aumentó 1,5 puntos porcentuales en los países afectados por la variabilidad climática. En 2023, el hambre afectó a 41 millones de personas en la región, una cifra que, aunque muestra una disminución respecto a años anteriores, sigue siendo alarmante.

Las disparidades entre subregiones son evidentes: mientras el Caribe registra una prevalencia del hambre del 17,2%, Mesoamérica se mantiene en un 5,8%. Estas diferencias reflejan no solo la exposición a eventos climáticos, sino también las desigualdades estructurales, como la falta de acceso a dietas saludables, la pobreza y la exclusión social. Las poblaciones más vulnerables, como las comunidades rurales, las mujeres y los niños, son las más afectadas, ya que cuentan con menos recursos para adaptarse a los cambios.

La doble carga de la malnutrición
La crisis climática también exacerba la doble carga de la malnutrición en la región. Por un lado, el retraso en el crecimiento afecta al 11,5% de los niños menores de cinco años, una cifra que, aunque inferior al promedio global, sigue siendo preocupante. Por otro lado, el sobrepeso y la obesidad por mala alimenteaciòn, alcanzan al 8,6% de los niños en la misma franja de edad, con tendencias al alza en América del Sur.

Esta dualidad refleja un sistema alimentario disfuncional, donde la falta de acceso a dietas saludables coexiste con la proliferación de alimentos ultraprocesados. Según Karin Hulshof, directora regional de UNICEF para América Latina y el Caribe, «la desnutrición y el sobrepeso coexisten en la región, exacerbados por la alta exposición y vulnerabilidad climática en las comunidades más vulnerables». Esta situación no solo compromete el desarrollo pleno de la infancia, sino que también aumenta el riesgo de enfermedades no transmisibles en la edad adulta.

Desafíos estructurales y llamados a la acción
La crisis climática no ocurre en un vacío. Se entrelaza con desafíos estructurales como los conflictos, las desaceleraciones económicas y los altos niveles de desigualdad. En países que experimentan recesiones económicas, el impacto de los eventos climáticos es aún más severo, ya que las poblaciones tienen menos recursos para adaptarse.

Frente a este escenario, el informe hace un llamado urgente a fortalecer la resiliencia de los sistemas agroalimentarios. Mario Lubetkin, subdirector general de la FAO para América Latina y el Caribe, subraya la necesidad de «anticipar, prevenir, absorber, adaptar y transformar» los sistemas alimentarios para hacer frente a los riesgos climáticos. Esto implica invertir en infraestructuras básicas, sistemas de información climática y prácticas agrícolas sostenibles, especialmente para los pequeños productores rurales.

Además, se requiere un enfoque integral que priorice a las poblaciones más vulnerables. Rossana Polastri, directora regional del FIDA, enfatiza la importancia de «invertir en las mujeres y en los grupos de población más vulnerables para asegurar que los avances en la reducción del hambre no dejen a nadie atrás».

Hacia sistemas alimentarios sostenibles y equitativos
La sostenibilidad a largo plazo de los sistemas agroalimentarios es clave para enfrentar la crisis climática. Esto implica no solo adaptarse a los cambios, sino también transformar las prácticas actuales para reducir su impacto ambiental. La OPS, por ejemplo, promueve políticas fiscales, como impuestos a los alimentos no saludables, y la regulación de la publicidad de productos ultraprocesados.

Lola Castro, directora regional del Programa Mundial de Alimentos, destaca que las comunidades y gobiernos de la región están avanzando hacia soluciones integrales. «Juntos, buscamos proteger a las personas más vulnerables de los eventos climáticos extremos y crear sistemas alimentarios equitativos y sostenibles que alimenten a América Latina y el Caribe sin destruirla», afirmó.

La crisis climática en Suramérica no es solo un desafío ambiental; es una amenaza existencial para la seguridad alimentaria, la nutrición y el bienestar de millones de personas. Para enfrentarla, se necesitan acciones urgentes y coordinadas que prioricen la resiliencia, la equidad y la sostenibilidad. Solo así podremos garantizar un futuro donde el derecho a la alimentación y la nutrición sea una realidad para todos.

Fuente: «El Panorama Regional de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición 2024» es una publicación conjunta de la FAO, el FIDA, la OPS, el WFP y la UNICEF.

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