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COP, enfrentado el mundo ante su propia realidad económica y ambiental

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La COP16 aprobó por consenso el reconocimiento de la contribución de las comunidades indígenas, afrodescendientes y comunidades locales al cuidado y la preservación de la biodiversidad e implica "la creación de un nuevo órgano subsidiario del Artículo 8J" del Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal.

Colombia está de plácemes al ser sede de la COP 16, lo cual abre una gran cantidad de opciones e interrogantes de cómo, a nivel mundial, podemos rehabilitar la vida en el planeta. Esta realidad inobjetable nos hace dialogar entre pares, es decir los países del mundo, porque cada uno y en su totalidad tienen el mismo problema: agotamiento de la vida en sus territorios.

Los acuerdos que se han establecido en las cumbres de la ONU, se siente, para el común de las personas, como una pérdida de tiempo, porque la realidad es que el sistema económico imperante, aún en crisis inflacionaria, no da su brazo a torcer, y se ha aumentado los niveles de contaminación sumado a desastres ambientales producidos por los incendios de bosques, fundamentales para corregir el desastre. Nuestra América lo ha estado viendo, desde la costa pacífica de Canadá, Estados Unidos, bajando hasta Chile. Esa pérdida de árboles es dramática, porque los bosques no solo son los pulmones del planeta, también lo es el agua que allí se produce, y lo que permite la estabilidad climática general.

Una de las acciones que hace la floresta es lo que se ha denominado como la bomba biótica, una teoría desarrollada a miles de kilómetros de la amazonia, en los bosques de Rusia, que también tienen su labor reguladora del clima y del agua en la zona euroasiática del planeta. Los científicos Anastassia Makarieva y Víctor Gorshkov en 2006 plantearon la teoría, según la cual, los bosques no solo influyen en el clima mediante la absorción de gases de efecto invernadero, sino también a través de la regulación activa del ciclo del agua. En esencia, la vegetación densa, como la de la Amazonía, actúa como una bomba gigantesca que succiona humedad desde las regiones oceánicas y la distribuye hacia el interior del continente, creando un ciclo autosostenible.

El proceso comienza cuando los árboles emiten vapor de agua a la atmósfera mediante la transpiración. Este vapor asciende, formando nubes que eventualmente se condensan y precipitan en forma de lluvia. Sin embargo, no se trata simplemente de un proceso de evaporación-condensación; la clave de la bomba biótica radica en que la vegetación no solo libera vapor de agua, sino que también influye en la presión atmosférica local. Las grandes cantidades de humedad evaporada disminuyen la presión atmosférica en la zona, lo que genera corrientes de aire que succionan aire húmedo desde áreas más secas o desde el océano hacia la selva. Esta dinámica genera un ciclo perpetuo de humedad que alimenta a la Amazonía y las regiones circundantes.

Y entre esta zonas está la Cordillera de los Andes, una de las formaciones montañosas más largas del mundo, que forma una barrera natural al oeste de la selva amazónica. A pesar de estar separadas por diferencias geográficas y altitudinales significativas, la Amazonía y los Andes están profundamente interconectados a través de este ciclo hídrico impulsado por la bomba biótica.

La lluvia que cae en el vertiente oriental de los Andes proviene, en gran medida, de la humedad generada en la Amazonía. Este proceso es esencial para los ecosistemas de alta montaña que dependen de las precipitaciones regulares. Sin las corrientes de aire húmedo que ascienden desde la cuenca amazónica, las áreas montañosas experimentaron una drástica disminución en la cantidad de lluvias, afectando tanto a la biodiversidad como a los suministros de agua dulce que son cruciales para la región.

La relación entre la Amazonía y los Andes es un ejemplo claro de interdependencia climática. La pérdida de bosques en la Amazonía, ya sea por la deforestación o los incendios, tiene el potencial de alterar radicalmente este delicado equilibrio. Menos árboles significa menos transpiración, lo que resulta en menos humedad en el aire y, por ende, menos lluvias en los Andes. Esto puede provocar sequías, reduciendo la disponibilidad de agua para los ecosistemas, la agricultura y los millones de personas que dependen de los glaciares andinos y los ríos alimentados por las lluvias.

En vista de las recientes crisis incendiarias y la constante deforestación, que además destruye una inmensidad de formas de vida que hacen posible que el bosque exista, la bomba biótica pierde eficiencia, disminuyendo la capacidad de la selva para generar humedad. Esto, a su vez, afecta el régimen de lluvias en la cordillera y en general en el continente.

En los últimos tres años el aumento en las temperaturas globales, está llevando a un mayor estrés hídrico en la región, afectando a los patrones de precipitación, porque ese delicado y magnífico equilibrio de humedad y temperatura, está generando que el ciclo natural del agua se rompa, con las consecuentes sequías, que en el caso de Bogotá, ya está viviendo la regulación del agua potable, al ver los embalses del sistema de reservorios y distribución del líquido enfrentar períodos más largos de sequía. Estas alteraciones climáticas derivadas de la pérdida de los ríos voladores, impactan a la Amazonía, a las comunidades y ecosistemas en los Andes, que experimentan cambios en la disponibilidad de agua, lo que puede generar inseguridad alimentaria y conflictos por los recursos hídricos. Hay que considerar que las ciudades capitales andinas están precisamente, sobre la cordillera.

Es esencial implementar políticas nacionales y continentales robustas que combatan la deforestación, promuevan la reforestación y protejan los derechos de las comunidades indígenas que han sido históricamente guardianes de estos ecosistemas y que los conocen muy bien. Las iniciativas de conservación, como los proyectos de REDD+ (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de los Bosques), pueden desempeñar un papel vital en la financiación de proyectos para mantener la integridad de la selva. Además, es fundamental fomentar la cooperación regional entre los países amazónicos y andinos para garantizar que se proteja el ciclo hídrico que uno de estos dos ecosistemas clave.

Hoy en Cali se busca revitalizar acuerdos, mediar el financiamiento de los mismos y dar viabilidad a las propuestas, que se basan fundamentalmente en el fortalecimiento de los mecanismos REDD+ y así reducir la deforestación y degradación de bosques en general y especialmente en países tropicales. Parte de ello está en la creación del Fondo Verde para el Clima destinado a movilizar financiamiento para apoyar proyectos de mitigación y adaptación en países en desarrollo y el reconocimiento del límite de 2°C por encima de los niveles preindustriales para evitar los impactos más graves del cambio climático.

En el fondo será protagonista el sistema económico global, la forma de expoliar la naturaleza para satisfacer las inversiones de capitales, los mercados de dinero, de productos y una forma de consumo despiadado que solo busca satisfacer los requerimientos económicos de quienes manejan el planeta.

Bien lo escribió el papa Francisco en la encíclica Laudato ‘Si : “Un cambio en los estilos de vida podría llegar a ejercer una sana presión sobre los que tienen poder político, económico y social. Es lo que ocurre cuando los movimientos de consumidores logran que dejen de adquirir ciertos productos y así se vuelven efectivos para modificar el comportamiento de las empresas”. Y “Los países pobres necesitan tener como prioridad la erradicación de la miseria y el desarrollo social de sus habitantes, pero también deben analizar el nivel escandaloso de consumo de algunos sectores privilegiados de su población y controlar mejor la corrupción”.

Adicional a las decisiones de esta COP16, es necesario que cada uno de nosotros modifique sus costumbres de consumo, transporte, uso de la energía, el agua y en general entender que no solo es nuestro presente, también el futuro próximo el que se está afectando por la crisis planetaria, la pérdida de la biodiversidad y la posibilidad de pasarla bastante mal en un planeta que pasa de la abundancia a la escasez e inmensas dificultades para llevar el día a día.

COP 16: niños, niñas y adolescentes de Colombia tienen su espacio

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A través de actividades interactivas, mesas de diálogo, talleres, mensajes audiovisuales y participación en las negociaciones de la Zona Azul, Save the Children elevará la voz de la niñez colombiana y latinoamericana en el marco de la COP 16 que se llevará a cabo en Cali.

Los efectos del cambio climático han acentuado los riesgos de desnutrición infantil, salud y protección que afectan a miles de niños, niñas y adolescentes, limitando sus oportunidades para alcanzar su máximo potencial. Según una consulta global que realizamos en el 2022 a 2.400.000 niños y niñas, identificamos que el 83% consideran que los cambios climáticos y la desigualdad los están afectando y el 73% considera que las personas adultas no están haciendo lo suficiente para cuidar el medio ambiente. No obstante, el 70% de los niños y niñas en Colombia se encuentran interesados y/o hacen parte de iniciativas para hacer frente a este fenómeno.

Save the Children participará en la COP 16 que se llevará a cabo entre el 21 de octubre y el 1 de noviembre en la ciudad de Cali, en la que reafirma su compromiso con la protección de la niñez, la lucha contra el cambio climático y la protección de la biodiversidad, bajo el principio de que la crisis climática es también una crisis de derechos de los niños y niñas.

Con el objetivo de asegurar la inclusión de la voz de la niñez en las negociaciones, en este espacio se hará énfasis en que las políticas y decisiones sobre biodiversidad y cambio climático tengan un enfoque diferencial de niñez, que se fortalezca su participación activa, que se promueva una educación ambiental de calidad y que aumente la financiación para su participación y protección frente a los impactos del cambio climático.

María Mercedes Liévano, directora de la organización, destaca que los niños, niñas y adolescentes no solo sufren los efectos más severos de esta crisis, sino que también deben ser reconocidos como agentes clave en la búsqueda de soluciones.

“Debemos poner a la niñez en el centro de la agenda climática. La justicia climática es, en esencia, una forma de justicia para las generaciones más jóvenes. Necesitamos que las políticas ambientales respeten y promuevan sus derechos fundamentales, y garantizar que las voces de los niños y niñas sean escuchadas en los escenarios donde se toman decisiones.”.

Save the Children es una organización sin ánimo de lucro con más de 100 años de trayectoria y presencia en más de 110 países que trabaja por el desarrollo y protección integral de los derechos de la niñez más vulnerable .

En Colombia la Red Nacional de Participación: Lideramos el Cambio, apoyada por Save the Children, es la protagonista de esta estrategia. Los niños y niñas de diferentes regiones del país participarán tanto en la Cumbre Nacional como en la Cumbre Global de Niñez, Adolescencia y Juventud por la Biodiversidad. Además, dos niñas representantes harán la entrega de la Declaratoria de los resultados de las cumbres con un enfoque de género en la Zona Azul de las Naciones Unidas. En estos eventos abogarán ante los y las líderes globales por el derecho de las niñas, niños y adolescentes a ser escuchados y tenidos en cuenta en la construcción de las agendas climáticas.

Finalmente, Save the Children hará presencia en la Zona Verde de la COP16 con un stand que tendrá un espacio abierto al público, cuyo objetivo principal será facilitar el intercambio de conocimientos y experiencias, inspirar acciones para enfrentar el cambio climático, promover la conservación de la biodiversidad y fortalecer la participación ciudadana en la toma de decisiones ambientales por y para la niñez.

La Amazonía en estos tiempos

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De la magia de la manigua, a las sabanas dedicadas a la producción agroindustrial, la amazonia deforestada se convierte en un riesgo muy alto en temas ambientales para el continente y el mundo. Este pulmón del mundo, fuente de agua y vida comienza a verse en un preocupante declive. Conversamos con una especialista, la licenciada en Biología y Química, y máster en Educación Ambiental, Jeannette Pita, en BiciUrba sobre éste tema de actualidad.

¿De ricos a pobres? La zona ecuatorial del planeta y sus cambios climáticos

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Entre lluvias y sequías, más malas prácticas agrícolas, el daño ambiental en la zona ecuatorial del planeta empobrece todos los factores de vida.

La crisis climática tiene efectos devastadores en la zona ecuatorial del planeta, una de las regiones más ricas en biodiversidad. En esta franja del mundo, que incluye a países de América del Sur, África y Asia, las consecuencias del cambio climático son particularmente alarmantes debido a su impacto en ecosistemas frágiles, como la selva amazónica, y en las poblaciones humanas que viven allí.

El Amazonas, considerada el «pulmón del planeta», juega un papel fundamental en la regulación del clima global y en la absorción de carbono. Sin embargo, el aumento de las temperaturas y las prácticas de deforestación intensiva, impulsadas por la agroindustria y la explotación forestal, están acelerando su destrucción.

La pérdida de esta vasta área de biodiversidad no solo amenaza a innumerables especies animales y vegetales, sino que también libera enormes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera, exacerbando aún más el calentamiento global. Los países suramericanos que comparten la cuenca amazónica, como Brasil, Perú, Colombia, Bolivia y Venezuela, enfrentan el desafío de encontrar un equilibrio entre el desarrollo económico y la protección de estos ecosistemas vitales.

En lineas generales esta zona ecuatorial es muy estable, su clima se establece por la altura sobre el nivel del mar y el ciclo de mayores o menores lluvias, en líneas generales su estabilidad térmica es permanente durante el año. Ahora se ve afectada por los cambios bruscos de temperatura, lo que atenta contra la inmensidad de vida establecida en estos territorios. Mamíferos, aves, reptiles, peces y una infinita variedad de flora quedan desprotegidas por la destrucción constante del bosque, los ríos, lagunas y demás lugares que hacen posible la vida en tanta abundancia.

Hoy esta zona ecuatorial está experimentando un aumento en la frecuencia y la duración de las sequías, un fenómeno agravado por el cambio climático. En América del Sur, las sequías recurrentes afectan no solo a la Amazonía, sino también a las zonas agrícolas y las cuencas fluviales que están a su alrededor y que hacen frontera natural con otros accidentes geográficos como la cordillera de Los Andes.

En África, países como Nigeria, Camerún y el Congo se enfrentan a una creciente desertificación y pérdida de recursos hídricos, lo que pone en riesgo la seguridad alimentaria y el acceso al agua potable para millones de personas.

En Asia, regiones como Indonesia y Malasia, con ecosistemas tropicales vitales, también enfrentan sequías más frecuentes que afectan la producción agrícola y la vida en general. Toda esta banda verde planetaria, durante siglos ha sido explotada a través de la agricultura, ganadería, minería y la aplicación de técnicas industriales del manejo de la tierra. Para ello la deforestación es una constante, lo que destruye el ciclo natural del agua y la recuperación del suelo, empobreciendo finalmente a los habitantes de estas regiones.

Los fenómenos climáticos de El Niño y La Niña afectan gravemente la estabilidad climática de la zona ecuatorial, son eventos climáticos que se genera cada cierto número de años por el calentamiento del océano Pacífico, más o menos entre 5 y 7 años. Los vientos alisios empujan las masas de aire caliente del océano Pacífico para un extremo o se relajan. Cuando esas aguas calientes se devuelven, a pesar de que es un fenómeno específicamente marino, ocurren implicaciones en el clima y la hidrología de la zona ecuatorial, preferentemente.

En la medida en que hay más calor acumulado en los océanos, eso intensifica la oscilación o los extremos hidroclimatológicos del Fenómeno del Niño. De manera que pareciera que el cambio climático, aunque es distinto del Fenómeno del Niño, podría llegar a intensificarlo. La fase fría corresponde a La Niña y pueden durar, con más o menos intensidad, la mayor parte del año, o incluso más. Si bien son cíclicos, la destrucción de la capa vegetal ayuda a que sean más impredecibles en sus efectos, que en todo caso serán más complicados de enfrentar por su intensidad, bien mayor o menor.

Colombia, país situado en la región ecuatorial y que alberga una de las mayores porciones de la cuenca amazónica, se enfrenta a desafíos significativos debido a la crisis climática. Su ubicación geográfica, su rica biodiversidad y su dependencia de los recursos naturales lo convierten en un país especialmente vulnerable a los efectos del cambio climático. Las consecuencias afectan no solo al medio ambiente, sino también a las comunidades locales, la economía y la estabilidad de la vida en las ciudades y campos.

La deforestación ha aumentado en las últimas décadas debido a la expansión agrícola, la ganadería, la minería ilegal, el narcotráfico y la construcción de infraestructuras ilegales sin ninguna consideración ambiental. Hoy está perdiendo inmensas hectáreas, lo que no solo acelera el cambio climático al liberar grandes cantidades de carbono almacenadas, sino que también pone en peligro la biodiversidad, especialmente en especies clave como jaguares, delfines rosados, una amplia variedad de aves y anfibios que dependen de la salud de la floresta.

Además, los ecosistemas de los Andes establecidos en las tres cordilleras que atraviesan el país de sur a norte, están en riesgo. El aumento de las temperaturas y los cambios en los patrones de precipitación afectan directamente a las montañas y páramos, zonas clave para el suministro de agua. Los páramos, como el de Sumapaz, que abastecen de agua a gran parte de la población colombiana, están amenazados por la agricultura no planificada y el cambio climático, lo que podría llevar a una reducción significativa de las fuentes. Hoy lo vive Bogotá, la capital del país, con la posibilidad que sea aún más fuerte si no llueve en los próximos meses.

El alterarse los ciclos de lluvia en Colombia, genera fenómenos meteorológicos extremos más frecuentes, que van de verdaderos diluvios a sequías interminables. En la zona Caribe y los Llanos Orientales, las sequías prolongadas se han intensificado, afectando gravemente la agricultura, la ganadería y la seguridad alimentaria de las comunidades locales. Las temperaturas más elevadas y la falta de lluvias también agravan el problema de los incendios forestales, que destruyen vastas áreas de vegetación y ponen en riesgo tanto a la fauna como a los asentamientos.

Las regiones costeras y fluviales de Colombia, como el Valle del Cauca y el Chocó, se experimentan frecuentes inundaciones debido a lluvias torrenciales. Estas inundaciones, exacerbadas por el fenómeno de La Niña, afectan a cientos de personas al provocar deslizamientos de tierra, destrucción de cultivos y viviendas, y la perdida de vías de comunicación. Se espera que este año La Niña llegue al final del mismo de forma más leve y breve, lo que afecta en general el suministro de agua a nivel nacional.

En América del Sur, países como Perú y Ecuador son particularmente vulnerables a las inundaciones y daños de las tierras urbanas y rurales causados por El Niño. En contraste, La Niña, que enfría las aguas del Pacífico, provoca intensas sequías en regiones del sur de África, como en Zambia y Mozambique, y en zonas del sudeste asiático, aumentando la presión sobre los recursos ya escasos.

La biodiversidad en la zona ecuatorial se encuentra bajo una presión sin precedentes. El aumento de las temperaturas, los cambios en los patrones de precipitación y la destrucción del hábitat están empujando a muchas especies al borde de la extinción. Esto es particularmente alarmante en los países con las mayores concentraciones de fauna y flora, como Colombia, Ecuador, Brasil, la República Democrática del Congo e Indonesia. La desaparición de especies y la degradación de los ecosistemas afecta directamente a las comunidades locales, muchas de las cuales dependen de la biodiversidad para su sustento, a través de la pesca, la agricultura y el turismo ambiental.

Junto a los fenómenos de El Niña y La Niña, el aumento de los huracanes, tormentas tropicales e incendios forestales, ponen en riesgo la infraestructura y la seguridad de millones de personas. El desplazamiento forzado debido a la pérdida de tierras agrícolas, la escasez de agua y los desastres naturales se convierte en una crisis humanitaria de grandes dimensiones, con migraciones masivas tanto dentro de los países afectados como hacia regiones más seguras.

Los países ecuatoriales en América del Sur, África y Asia necesitan adoptar medidas urgentes para mitigar los efectos del cambio climático, preservar sus ecosistemas y proteger a sus poblaciones más vulnerables. Sin una acción decisiva, las consecuencias serán devastadoras y perdurarán por mucho tiempo.

Del otrora paraíso de vida estable y predecible, se va convirtiendo en una región inestable, con tendencia a empobrecerse y ser con el tiempo zonas más desérticas e inhabitables. El sello característico de su destrucción es la avaricia tanto de propios como extraños que la saquean indiscriminadamente, como si no tuviera final, la verdad es que si lo tiene.

A estas del Doce de Octubre, un proceso de dominación, inculturación y devastación

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Esta denominación es dada al continente americano por el pueblo Kuna, desde antes de la llegada de los europeos. Este pueblo es originario de la serranía del Darién, al norte de Colombia.

Hoy conmemoramos, en el mundo hispanoamericano, la llegada del italiano Cristóbal Colón a tierras de Abya Yala, lo que marcó el inicio de la transformación radical de la vida de los pueblos originarios en lo que hoy conocemos como Latinoamérica.

Como en todas las historias narradas por los vencedores, este «encuentro» entre dos civilizaciones ha sido interpretado desde una perspectiva eurocéntrica como un descubrimiento, cuando en realidad fue un proceso de conquista violento y devastador para las culturas que habitaban Abya Yala, el nombre dado por los pueblos originarios al continente, especialmente por los Kuna de la región panameña y colombiana, que significa «tierra en plena madurez». Este nombre, alude a la riqueza cultural, ecológica y espiritual de un territorio que, con la llegada de los europeos, enfrentó el saqueo, la muerte y la imposición de una nueva cosmovisión.

La conquista española en Latinoamérica no solo implicó la dominación militar, sino también la subyugación política, económica, social y cultural de las civilizaciones que habitaban este continente. A lo largo de varios siglos, la imposición de la cultura europea, la explotación de los recursos naturales y humanos, y el establecimiento de estructuras sociales racializadas dejaron secuelas que continúan marcando la realidad de los habitantes de estas tierras de selvas, valles, montañas y una inmensa biodiversidad, que ha marcado el desastre, el saqueo y la muerte durante algo más de seis siglos.

La dominación española en América Latina se expandió durante más de tres siglos, comenzando con las expediciones de exploración y conquista a fines del siglo XV y consolidándose con la caída de los grandes imperios indígenas. En 1521, Hernán Cortés conquistó el Imperio Azteca tras la caída de Tenochtitlan, mientras que en 1533, Francisco Pizarro logró la rendición del Imperio Inca en Perú. A partir de entonces, España impuso su dominio sobre vastos territorios que abarcaron desde México hasta el Cono Sur, con la excepción de Brasil, que fue colonizado por Portugal.

Este período de dominación culminó con las guerras de independencia en el siglo XIX, impulsado tanto por factores externos, con guerras europeas protagonizadas por una Francia napoleónica, además de el creciente descontento en las colonias debido a la explotación y las desigualdades impuestas por el sistema colonial español.

Tras la colonización quedó una marca imborrable en las estructuras económicas y sociales de América Latina, que aún perduran con variables que marcan desigualdades que ha generado revoluciones, dictaduras y explotaciones de los recursos naturales a costa del bienestar de los habitantes y como ejemplo de hoy, la destrucción masiva de la Selva Amazónica y con la consiguiente pérdida del recurso hídrico en todo el continente al romperse el ciclo del agua.

Uno de los aspectos más significativos de la conquista fue la imposición del cristianismo, específicamente el catolicismo, a través de la evangelización forzada de los pueblos indígenas. Los misioneros llegaron a las tierras americanas con el objetivo de «civilizar» a los habitantes originarios, quienes eran percibidos por los europeos como seres inferiores, necesitados de ser salvados. Para la Corona española, la cristianización de los indígenas fue tanto una justificación moral para la conquista como una herramienta para consolidar su poder y hegemonia.

Las religiones y cosmovisiones de los pueblos originarios fueron demonizadas y prohibidas, y los indígenas fueron obligados a adoptar el cristianismo como parte de la cultura dominante. Iglesias y catedrales se construyeron sobre los templos indígenas, en un esfuerzo simbólico por borrar las creencias preexistentes. Sin embargo, a pesar de estos intentos de homogeneización cultural, muchos pueblos indígenas lograron mantener elementos de sus creencias ancestrales, dando lugar a una forma de sincretismo religioso que fusionaba el catolicismo con sus prácticas espirituales tradicionales, que se pueden observar en México, Perú o en las tierras del Chocó en Colombia.

La llegada de los europeos trajo consigo una devastación sin precedentes en la población indígena de América Latina. Aunque es difícil obtener cifras exactas, los historiadores estiman que la población de las Américas se redujo en un 90% en el primer siglo tras la llegada de los europeos. Antes de la conquista, se calcula que entre 50 y 100 millones de personas vivían en el continente. Para finales del siglo XVI, esa cifra se había reducido debido a una combinación de factores: enfermedades traídas por los colonizadores como la viruela, el sarampión y la gripe, la guerra, la esclavitud y las masacres perpetradas por los conquistadores.

Uno de los episodios más emblemáticos de la violencia colonial fue la matanza de Cholula, donde Hernán Cortés y sus aliados indígenas asesinaron a millas de personas en una ciudad que había ofrecido resistencia. La violencia física, sin embargo, fue solo una parte de la devastación: las enfermedades, para las cuales los pueblos originarios no tenían inmunidad, se expandieron con rapidez, diezmando comunidades enteras. En algunos casos, las epidemias fueron utilizadas como armas biológicas, como en el caso de las mantas infectadas con viruela que los colonos británicos distribuyeron.

Así como sucede hoy, la explotación de los recursos naturales fue una de las principales motivaciones detrás de la conquista. Desde el principio, los conquistadores europeos buscaron obtener riquezas de las tierras americanas, especialmente oro y plata. La minería se convirtió en una de las principales actividades económicas, y lugares como Potosí, en la actual Bolivia, se convirtieron en centros de extracción que alimentaban la economía mundial. La mano de obra indígena fue explotada a través de sistemas de trabajo forzado como la encomienda y la mita, que sometían a los nativos a condiciones inhumanas para beneficiarios a los colonos.

Desde los tiempos de la conquista se abrió las puertas al establecimiento de un sistema comercial que favorecía a Europa a expensas de América Latina y en el mundo global de hoy se sintetiza en los acuerdos comerciales entre gobiernos de occidente y las multinacionales, que de alguna forma los representan.

Las coronas europeas, España, Portugal y el imperio Británico, que les ganó su preeminencia global hasta la Segunda Guerra Mundial, establecieron rutas comerciales que permitían la extracción de materias primas de América y su exportación a Europa, mientras que los productos fabricados europeos eran vendidos en las colonias a precios elevados.

Este sistema desigual sentó las bases de las economías extractivas que todavía caracterizan a muchos países y que se van modificando según los cambios industriales, ahora el litio, el cobre, el platino y otros minerales que son básicos para las industrias tecnológicas, marcan la ruta de la explotación y de acuerdos comerciales, casi siempre en detrimento de las finanzas nacionales, además de generar procesos de corrupción a todos los niveles del estado y la sociedad. Lo que prevalece es la avaricia por el dinero y el descuido total de los biosistemas afectados e irrecuperables en la mayor parte de los casos.

La conquista introdujo un sistema de castas basado en la raza, en el que los europeos se ubican en la cúspide de la jerarquía social, seguidos por los mestizos (mezcla de europeos e indígenas), y finalmente, los indígenas y africanos esclavizados. Este sistema racial fue clave para mantener el control colonial, ya que justificaba la explotación de los grupos no europeos y aseguraba que el poder se concentra en manos de los colonos.

Las razas en general es una idea y sistema que se estableció para deshumanizar a las personas y convertirlas en máquinas de producción y mercancía, que se remonta a los imperios antiguos de Asia, África y después en Europa, donde el hombre con características identificadas al poder sojuzgaba a los distintos, establecidos como inferiores y hasta calificados como animales o cosas.

La explotación del recurso agrario fortaleció el latifundio, o la concentración de grandes extensiones de tierra en manos de unos pocos, y fue otra consecuencia del sistema colonial que sigue vigente en muchas partes de América Latina. Este modelo de propiedad de la tierra perpetuó la desigualdad económica y social, y contribuyó a la marginación de los pueblos indígenas y afrodescendientes. Ha generado incesantes guerras en todos los países latinoamericanos, y hoy se hace a través de empresas globales que por terceros están comprando tierras para la agroindustria, como sucede en Brasil, Colombia y Argentina principalmente.

La conquista no solo trajo consigo una explotación económica y social, sino también un proceso de colonización cultural. Los colonizadores europeos impusieron su lengua, sus valores y sus formas de vida, promoviendo una visión del mundo en la que Europa era el centro de la civilización. Las culturas indígenas fueron menospreciadas y vistas como primitivas, y sus lenguas, tradiciones y conocimientos fueron relegados al olvido.

Este proceso de imposición cultural llevó a una internalización del eurocentrismo por parte de las élites criollas y mestizas, que adoptaron los valores europeos y promovieron una visión del progreso que dejaba de lado las contribuciones de las culturas originarias. Esta mentalidad ha tenido consecuencias duraderas en las sociedades latinoamericanas, donde persisten formas de racismo y discriminación contra los pueblos indígenas y afros.

Hoy en día, aún a pesar de movimientos de rescate de las culturas ancestrales, lo cierto es que ese desprecio por lo indígena aún prevalece y siguen siendo victimas de los sistemas de gobierno que favorecen a los latifundistas, a reformas de territorios expropiando o deforestando selvas en donde algunos pueblos han decidido alejarse de las ciudades y pueblos. Aún así son destruidos en estos tiempos.

La conquista del imperio español en Abya Yala dejó cicatrices profundas que todavía marcan la realidad de América Latina. Las estructuras de explotación económica, las jerarquías raciales y la imposición cultural siguen vigentes, aunque muchas veces de formas más sutiles. A pesar de ello, los pueblos indígenas y afrodescendientes han mantenido viva la memoria de sus culturas y siguen luchando por el reconocimiento.

Hoy, los movimientos indígenas en América Latina reclaman justicia histórica y buscan revertir siglos de marginación y explotación. La resistencia cultural y la lucha por la autonomía sobre sus territorios son una prueba de que, a pesar de la devastación de la conquista, los pueblos originarios continúan siendo actores clave en la construcción de una sociedad multicultural.

Es irónico que frente a la crisis climática, algunos sectores de la academia universitaria se acercan a conocer y validar el conocimiento ancestral, para intentar detener el deterioro del planeta. Una prueba de ello son los procesos agroecológicos por encima de los agroindustriales que tanto daño han causado a los biosistemas del continente.

En una Europa aún más envejecida, en un imperio norteamericano que se encuentra en la encrucijada de la propuesta de un mundo multipolar, de guerras desastrosas e inhumanas aún por territorios, Abya Yala se enfrenta a la destrucción de sus ríos, selvas, montañas, a gobiernos tiránicos, otros seudo democráticos marcados por la corrupción y guerras civiles de nunca acabar, ahora financiadas por el narcotráfico y ya no por ideas de cambios fundamentales. Además ve como su juventud formada académicamente se va en busca de sus sueños a otras tierras, dejando a la gente mayor en soledad y en la incertidumbre de un presente complejo y un futuro aún más incierto.

Los imperios cuando cumplen su ciclo y ceden su espacio al siguiente poder global, siempre han dejado miseria, clasismo, corrupción y en el subconsciente colectivo, que el imperio es el sueño por lograr, lo que no nos damos cuenta, es que el sueño del imperio eran estas tierras que la naturaleza marcó con una inmensa riqueza de vida y que solo requiere cuidadores y no explotadores.

La piel, el órgano más grande de nuestro cuerpo, requiere cuidado permanente

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La urticaria crónica espontánea (UCE) y su profundo impacto en la salud mental de quienes la padecen

Hay dolencias en la piel, que nos parecen sencillas de solucionar, pero en la realidad hay que tener mucho cuidado cuando se presentan. Más allá del ardor o molestia que genere, hay algunas que se vuelven un verdadero problema y una de ellas es la urticaria crónica espontánea (UCE), que genera un profundo impacto en la salud mental de quienes la padecen. La ansiedad, depresión y alteraciones del sueño son comunes en pacientes con UCE, llegando a impactar gravemente su calidad de vida.

De hecho, el deterioro emocional en estos pacientes es comparable al de quienes sufren cardiopatía isquémica grave. La falta de visibilidad sobre esta condición genera aislamiento y sufrimiento, especialmente cuando no se le brinda el apoyo médico adecuado.

La doctora Laura Del Mar Vásquez, experta en el manejo de la UCE, resalta la importancia de un tratamiento integral que contemple tanto el aspecto físico como el psicológico. En cifras, estos pacientes frecuentemente padecen alteraciones del sueño (36,7%), trastornos de ansiedad (30,6%) y trastornos del estado de ánimo (29,4%) debido a los síntomas debilitantes de la condición.

Estudios recientes indican que aproximadamente el 34,5% de los pacientes con UCE experimentan adicionalmente un deterioro mental o físico cifra que supera la prevalencia general del 25% en pacientes ambulatorios de dermatología con psoriasis y diferentes tipos de dermatitis.

«La urticaria crónica espontánea no solo causa molestias físicas, sino que también puede llevar a un deterioro emocional significativo. Es fundamental que los pacientes reciban apoyo integral para abordar tanto los síntomas físicos como los psicológicos», afirmó la doctora Laura Del Mar Vásquez, alergóloga y pediatra con experiencia en el manejo de la UCE.

Dentro de los síntomas de la UCE, diagnóstico que afecta entre el 1 % y el 3 % de la población mundial, se encuentran la aparición de ronchas, manchas e hinchazón en la piel, acompañadas de picazón intensa, dolor y una sensación de ardor que pueden presentarse casi a diario durante al menos seis semanas.

Sumado a esto, en el 40% de los casos, también se manifiesta con una hinchazón dolorosa en zonas sensibles como los ojos, mejillas, labios o genitales, conocida como angioedema. Además, la angustia emocional, la ansiedad y la depresión son comunes en pacientes con este diagnóstico y su incapacidad para identificar y comunicar adecuadamente sus emociones, un fenómeno conocido como alexitimia, puede agravar la sensación de aislamiento y sufrimiento.

De hecho, se estima que 7 de cada 10 personas con UCE, tienen que cancelar sus actividades sociales debido a la enfermedad. Es por ello que es necesario estar atento a las alteraciones de la piel, evitar la extrema exposición al sol, al uso indiscriminado de bronceadores y cremas humectantes que generen alergias, rasquiñas o cualquier tipo de molestia.

Hay que recordar que la piel, aunque es extremadamente flexible ante las contingencias de la vida, requiere cuidado permanente, aseo adecuado y al igual que los demás órganos, cuando vaya a su servicio de medicina, reportar variaciones, aparición de verrugas o cualquier otra molestia, que si no se atiende a tiempo, puede generar situaciones muy molestas y mortificantes.

El sueño americano, una aventura exigente

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Cuando vemos las migraciones de tantas personas, des distintas nacionalidades, que van a USA, solo queda pensar si el «sueño Americano» es posible, en una sociedad multicultural, de grandes migraciones de todas partes, lo que le da esa forma tan particular de ser estadounidense. Conversamos con un colombiano, Luis Guillermo Sánchez, que ha hecho gran parte de su vida buscando y conquistando ese sueño. Dejó a una colombia convulsionada en una de las tantas guerras que hemos enfrentado a finales del siglo pasado. Para él, como para muchos otros, era muy complicado encontrar un buen presente y un mejor futuro, así que hizo su maleta y se fue tras una vida mejor. Por fortuna para él, todo fue legal, no como sucede hoy cuando la ilegalidad es el camino de muchísimos que aspiran a tener un mejor vivir para ellos y sus familias.

A un año de un capítulo más, de una guerra que no termina, una mirada histórica para entender

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Hace un año de los trágicos acontecimientos en el recinto del festival israelí de música Tribe of Nova, donde 364 personas murieron a manos de los islamistas de Hamás, se ha convertido en un espacio para la memoria al que cada semana acuden miles de visitantes.

Cuando nos acercamos a la realidad de la guerra de Israel contra Hamas en Gaza y Hezbolá en Líbano, es necesario, para más o menos entenderla, considerar sus orígenes, que se remontan a los tiempos bíblicos cuando los pueblos semitas, como los hebreos, filisteos, cananeos, y otras tribus en la zona buscaban el predominio de estas tierras, que para los israelitas van unidas a la promesa de Jehová sobre la tierra prometida, en relatos del tiempo de Moisés, el evento de salida de Egipto y la fundación del Reino de Israel bajo los reyes David y Salomón.

El impacto de las conquistas sucesivas por imperios como el babilonio, el persa, y el romano, que llevaron a la destrucción del Templo de Jerusalén y la diáspora del pueblo judío, dejó a la región en manos de otros imperios, pero el sentido de pertenencia territorial quedó arraigado en la narrativa judía, que es vinculada directamente a su fe. Por mucho tiempo Israel como pueblo convivió con los Palestinos, hasta que la presencia e intervención de los intereses imperiales europeos complicaron la vida en esta región del planeta.

En el siglo XIX, surge el movimiento sionista, que busca un hogar nacional para el pueblo judío en respuesta al antisemitismo en Europa. Esto llevó a la migración de judíos europeos hacia Palestina, donde ya vivía una población árabe. Como parte de la hegemonía del Imperio británico, entre los siglos XVI y XX que modelo la sociedad, los intereses, los territorios a su gusto y conveniencia, y donde también se dio camino a establecer un territorio para Israel.

La influencia de Gran Bretaña en la región de Palestina fue un periodo clave para crear y sostener el conflicto entre judíos y árabes. Este mandato fue establecido por la Liga de las Naciones tras la disolución del Imperio Otomano al final de la Primera Guerra Mundial. La administración británica decidió supervisar el territorio de Palestina y preparar su transición hacia una forma de autogobierno, que en realidad era organizar estas tierras para los judíos.

Uno de los eventos más significativos fue la Declaración Balfour, emitida en noviembre de 1917 por el secretario de Relaciones Exteriores británico, con la que se expresaba el apoyo del gobierno británico para «el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío», pero también añadía que «no se haría nada que pudiera perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina». Aunque esta declaración fue interpretada por muchos como un respaldo a las aspiraciones sionistas, carecía de claridad sobre el estatus político del territorio y no definía cómo se equilibrarían los derechos de los judíos y los árabes.

A partir de ese momento comenzó un incremento en la inmigración judía hacia Palestina, particularmente desde Europa. Esto fue en parte fomentado por el sionismo, un movimiento que buscaba un hogar nacional para los judíos, y la persecución que muchos judíos enfrentaban en Europa, especialmente en países como Rusia y Polonia.

Entre 1920 y 1939, la inmigración judía a Palestina creció significativamente en varias olas. Mientras la población judía en Palestina aumentaba, las tensiones entre judíos y árabes también se intensificaban. Los árabes palestinos, que constituían la mayoría de la población antes de la inmigración masiva judía, comenzaron a sentir que su tierra y derechos estaban siendo erosionados. Temían que la creación de un «hogar nacional» para los judíos resultara en la colonización y desplazamiento de la población árabe.

La creciente inmigración judía y la adquisición de tierras por parte de las comunidades judías llevaron a violentos enfrentamientos entre árabes y judíos. En 1920 y 1921, los primeros disturbios estallaron en Jerusalén y Jaffa. Posteriormente, en 1929, los disturbios de Hebrón y otras ciudades provocaron más violencia entre las dos comunidades.

El motín árabe de 1936-1939, también conocido como la Gran Revuelta Árabe, fue una respuesta directa al creciente número de colonos judíos y a las políticas británicas que parecían favorecer al sionismo. Los árabes palestinos exigían la restricción de la inmigración judía y la creación de un gobierno independiente árabe. La revuelta fue sofocada por las fuerzas británicas, pero dejó un legado de profunda desconfianza entre las comunidades judía y árabe, además de una militarización creciente en ambas partes.

En un intento por calmar las tensiones, el gobierno británico emitió el Libro Blanco de 1939, que proponía limitar la inmigración judía y restringir la compra de tierras por parte de judíos, además de prometer la creación de un estado binacional en Palestina dentro de 10 años. Sin embargo, este documento fue rechazado por ambos lados: los judíos lo consideraron una traición a la Declaración Balfour, mientras que los árabes pensaban que no iba lo suficientemente lejos para garantizar la independencia árabe.

Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto alemán devastaba a la comunidad judía en Europa, la presión para permitir una mayor inmigración judía a Palestina creció dramáticamente. Los judíos supervivientes a la matanza, vieron en Palestina una opción viable para asentarse y hacer vida, lo que aumentó las tensiones locales. Sin embargo, los británicos, ya debilitados por la guerra, continuaron con las restricciones migratorias establecidas en el Libro Blanco, lo que llevó a un creciente descontento entre los judíos.

Ya no son guerras entre militares, es la población civil las victimas, de ahora y hacia el futuro.

A medida que el conflicto entre judíos y árabes se intensificaba, y el Reino Unido encontraba cada vez más difícil mantener el orden, los británicos anunciaron en 1947 que abandonarían Palestina y dejarían el futuro del territorio en manos de las Naciones Unidas. La ONU propuso un plan de partición que dividiría Palestina en dos estados, uno judío y otro árabe, con Jerusalén bajo administración internacional. Aunque los judíos aceptaron el plan, los árabes lo rechazaron por completo.

Cuando los británicos finalmente se retiraron en mayo de 1948, los judíos proclamaron el establecimiento del Estado de Israel, lo que provocó la guerra árabe-israelí de 1948, en la que los países árabes vecinos invadieron en un intento de destruir el nuevo estado judío. El conflicto resultó en la victoria de Israel y en la Nakba (desplazamiento masivo) de cientos de miles de palestinos, que se convirtieron en refugiados de sus propias tierras.

Con la caída del Imperio Británico, en la Segunda Guerra Mundial, el nuevo protagonismo mundial lo asume Estados Unidos, y quedó el conflicto sin resolver en Palestina. Su ambigua política hacia judíos y árabes, junto con la incapacidad de establecer un acuerdo satisfactorio para ambas partes, sentó las bases para décadas de guerra, desplazamientos y tensiones. Aunque el mandato terminó oficialmente en 1948, su impacto en la estructura política y social de la región sigue siendo evidente en el conflicto que continúa hasta hoy.

A mediados del siglo XX, se dieron continuos enfrentamientos, la Guerra de los Seis Días (1967) y Guerra de Yom Kipur (1973) consolidaron el poder militar de Israel y expandió su territorio con la ocupación de Cisjordania, Gaza y los Altos del Golán, temas aún candentes en las negociaciones actuales.

Aunque la relación entre Estados Unidos e Israel comenzó oficialmente con el reconocimiento del Estado de Israel en 1948 por el presidente Harry Truman, el apoyo estadounidense a Israel fue relativamente limitado en las primeras dos décadas. Sin embargo, la Guerra de los Seis Días de 1967 marcó un punto de inflexión, con Israel demostrando su capacidad militar y estratégica. A partir de ese momento, EE. UU. empezó a ver a Israel como un aliado clave en la región, particularmente en el contexto de la Guerra Fría, donde la influencia soviética estaba presente en varios países árabes.

La Unión Soviética tuvo un papel crucial durante los primeros años del conflicto y se posicionó como un aliado de varios países árabes en su lucha contra Israel, buscando expandir su influencia en la región. Proporcionó asistencia militar y técnica a Egipto, Siria e Irak, enviando armas, consejeros militares y entrenando fuerzas árabes que combatieron contra Israel en las guerras de 1967 y 1973. Este apoyo formaba parte de la estrategia soviética de contrarrestar la influencia estadounidense en Oriente Medio.

Con la caída de la Unión Soviética en 1991, Rusia redujo su intervención directa en la región. Sin embargo, en las últimas décadas, bajo el liderazgo de Vladimir Putin, ha buscado reposicionarse en Oriente Medio, particularmente a través de su intervención en la guerra civil siria, donde ha apoyado al régimen de Bashar al-Asad, un cercano aliado de Irán y opositor de Israel. Por ahora Rusia esta ocupada con la Operación Especial en Ucrania, que no da visos de ser superada y más por el contrario agravarse si los ataques con armas de la OTAN llegan a bombardear suelo ruso.

Destrucción y desolación, caldo de cultivo para nuevas guerras, que no dan tregua.

En la década de 1970, el presidente Richard Nixon y su secretario de Estado, Henry Kissinger, adoptaron la llamada «política de equilibrio», buscando mantener a Israel lo suficientemente fuerte como para disuadir a sus vecinos árabes de intentar destruirlo, pero no tanto como para eliminar la posibilidad de negociaciones de paz.

La mediación en los Acuerdos de Camp David en 1978 entre Israel y Egipto donde el presidente Jimmy Carter jugó un papel fundamental en la firma del tratado de paz que llevó a la devolución del Sinaí a Egipto y a la primera paz formal entre Israel y un país árabe. Este éxito diplomático cimentó a EE. UU. como el principal mediador en el conflicto árabe-israelí.

Durante las décadas de 1980 y 1990, el apoyo militar y económico de EE. UU. a Israel se incrementó, apoyando a Israel en su lucha contra la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y más tarde, contra grupos como Hezbollah y Hamas. Bajo la administración de Bill Clinton, EE. UU. promovió los Acuerdos de Oslo entre Israel y la OLP, aunque estos acuerdos trajeron esperanzas de paz, su implementación fue incompleta y las tensiones entre israelíes y palestinos no disminuyeron significativamente.

Tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, la relación entre EE. UU. e Israel se fortaleció aún más en el contexto de la «guerra contra el terrorismo». Bajo la administración de George W. Bush, la política exterior estadounidense enfatizó la seguridad de Israel frente a amenazas de grupos radicales y países como Irán, que era percibido como un peligro existencial para Israel debido a su programa nuclear. La relación se solidificó con importantes transferencias de tecnología militar y acuerdos de defensa.

Uno de los momentos más controvertidos de la intervención de EE. UU. en el conflicto fue la decisión del presidente Donald Trump de reconocer a Jerusalén como la capital de Israel en 2017, trasladando la embajada de Tel Aviv a Jerusalén. Esta medida fue muy bien recibida por el gobierno israelí, pero intensificó las tensiones con los palestinos y otros países árabes, ya que Jerusalén es un punto sensible en cualquier futuro acuerdo de paz debido a su importancia religiosa y política.

Con la llegada de Joe Biden al poder en 2021, EE. UU. ha intentado equilibrar su apoyo a Israel con la necesidad de abordar las preocupaciones de los palestinos. La administración de Biden ha reafirmado el apoyo a una solución de dos estados, pero sigue siendo un fuerte aliado de Israel en términos de ayuda militar y diplomática. No obstante, la creciente crítica internacional hacia las políticas israelíes en Cisjordania y Gaza, así como las tensiones internas en el propio Partido Demócrata respecto a cómo manejar la relación con Israel, han añadido complejidad a la intervención estadounidense en el conflicto.

El otro protagonista de esta trágica historia es Irán, que ha utilizado la estrategia de grupos aliados y milicias para presionar a Israel. Irán considera a Israel como un «régimen ilegítimo» y apoya activamente a grupos como Hezbolá en Líbano y Hamás en Gaza, que han librado guerras y llevado a cabo ataques contra Israel. En 1979 la revolución iraní transformó radicalmente la política exterior del país. Con el liderazgo del ayatolá Ruhollah Jomeiní, adoptó una postura antiisraelí y antiestadounidense, que sigue siendo una parte central de su política exterior. El programa nuclear iraní es otro de los focos de tensión, ya que Israel lo percibe como una amenaza existencial y ha amenazado con atacar preventivamente instalaciones nucleares iraníes.

No se puede dejar de considerar a Arabia Saudita que ha sido históricamente uno de los principales financistas de la causa palestina. Sin embargo, en los últimos años ha habido una creciente normalización de relaciones entre Israel y algunos países árabes en el marco de los Acuerdos de Abraham (2020), negociados con el apoyo de Estados Unidos. Estos acuerdos, firmados entre Israel y países como los Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, marcan un cambio significativo en la geopolítica de la región, donde las preocupaciones comunes sobre Irán han acercado a Israel y a algunas monarquías del Golfo.

El conflicto entre Israel y sus vecinos no solo ha involucrado a las potencias regionales, sino que ha afectado la política global de múltiples maneras. Oriente Medio es una región clave en la producción de petróleo, y las tensiones entre Israel y los países árabes han afectado el acceso global a los recursos energéticos. La guerra de 1973 llevó a un embargo petrolero árabe que afectó a Estados Unidos y otros países occidentales, causando una crisis energética global.

El conflicto ha sido utilizado como justificación ideológica por grupos yihadistas como Al-Qaeda e ISIS, quienes lo presentan como un símbolo de la «opresión» de los musulmanes a manos de Occidente e Israel. Esto ha contribuido a la expansión del terrorismo global, afectando no solo a los países de Oriente Medio, sino también a Europa, Estados Unidos y otras regiones.

Las guerras de hoy, una realidad que quita el presente y el futuro de los civiles víctimas.

El conflicto entre Israel y Palestina es un tema constante en las Naciones Unidas, con resoluciones, mediaciones y vetos, principalmente por parte de Estados Unidos en defensa de Israel. A nivel global, el conflicto ha polarizado a muchos países, y sigue siendo uno de los temas más debatidos en la diplomacia internacional.

Por ahora el sufrimiento y desolación de civiles tanto en la franja de Gaza, en Beirut y en donde esta guerra se extienda, deja las formas de enfrentamiento entre militares, de las viejas guerras convencionales, acabando el presente y el futuro de las poblaciones, de las familias, con una inmensidad de huérfanos que heredan odios, resentimientos y más de un argumento para continuar esta guerra deshumanizante y bárbara. Más allá de quién tiene la razón, puede ser el inicio de una guerra no solo regional, que unida a la de Rusia y Ucrania deja un sabor de angustia, zozobra y terrible incertidumbre para todos los habitantes de esta nave espacial, que además de enferma, sufre también estas locuras criminales humanas de las guerras.

La Bici, trayectos seguros en ciudades que la consideran y usuarios que los usan bien

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Disfrutar de la ciudad a cualquier edad en bici, requiere de buenas prácticas. Foto OACantor.

El uso de la bicicleta urbana ha ganado popularidad en muchas ciudades de Suramérica, no solo como una alternativa de transporte ecológica, sino también como una solución efectiva para evitar el tráfico, promover la actividad física y reducir las emisiones de carbono.

Bogotá cuenta con más de 600 kilómetros de ciclorrutas permanentes, siendo una de las redes más grandes de América Latina, a las que suma cada domingo y días feriados las a Ciclovías, que utiliza vías principales para uso exclusivo de ciclistas y peatones por algunas horas. Gracias a las reformas urbanas que hizo en entonces alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri, hoy la ciudad cuenta con más de 250 kilómetros de carriles exclusivos para bicicletas, integrados con el sistema de transporte público y estaciones de bicicletas compartidas. Le sigue en kilómetros Santiago de Chile con más de 200 kilómetros de carriles bici, muchos de los cuales están conectados a estaciones de transporte público, promoviendo la intermodalidad. Le sigue Lima con una infraestructura de 180 kilómetros de ciclorrutas, integrando espacios para bicicletas en zonas céntricas y áreas residenciales.

Este crecimiento ha impulsado los sistemas extendidos de ciclorrutas, ofreciendo un entorno más seguro y accesible para los ciclistas. Sin embargo, circular en bicicleta en una ciudad tiene sus desafíos y requiere prestar atención a ciertos aspectos clave como el diseño adecuado de la bicicleta, los accesorios de seguridad, las normas de circulación, y el cuidado físico del ciclista.

Cuando piense en adquirir su bicicleta urbana debe priorizar la comodidad y funcionalidad para adaptarse a los trayectos en la ciudad. Son aspectos claves la facilidad de subir y bajar de la bicicleta con rapidez, especialmente en entornos urbanos donde los ciclistas pueden detenerse con frecuencia en semáforos o intersecciones. Las bicicletas con cuadros de diseño más recto o bajo son más fáciles de manejar en estos escenarios.

Buena parte de la comodidad y una mejor visión del entorno es el uso de manubrio en posición alta, que además disminuye la tensión en la espalda, y es ideal para recorridos más largos. A diferencia de las bicis de ruta o competencia, lo mejor en la ciudad son los neumáticos más anchos, porque absorben mejor los impactos, brindando mayor estabilidad y comodidad al ciclista. Las vías urbanas y las ciclorrutas pueden presentar baches o irregularidades en el asfalto.

Los sistemas de cambios y platos múltiples se han considerado como parte inherente de las bicis deportivas, pero las urbanas las requieren para facilitar el pedaleo en pendientes o calles con diferentes niveles de inclinación. Esto es especialmente útil en ciudades con topografía variada. Es necesario entender su funcionamiento, las relaciones de los platos y piñones y hacerla prácticas cotidianas para pedalear mejor, más cómodo y ahorrar energía.

Las bicis más convencionales siempre venían con guardabarros, eran parte de su diseño, solo las catalogadas como deportiva no los llevaba. Los guardabarros, que hoy en su mayoría son de plástico, protegen al ciclista de salpicaduras de agua o lodo, esenciales en días de lluvia. El portaequipajes trasero es ideal para transportar mochilas o bolsas sin necesidad de cargar peso en la espalda.

El Casco es el accesorio de seguridad más importante, debe ajustarse correctamente y cumplir con normativas de seguridad, como las certificaciones EN 1078 o CPSC en Suramérica. Muchos ciclistas prescinde de el, pero cuando se ven involucrados en una caída, se dan cuenta de su imperiosa utilidad. Busque el mejor diseño para usted, y siempre llévelo puesto cuando circule en las ciclorrutas. Y hablando de seguridad, su bici debe llevar siempre luces y reflectores, tanto adelante como atrás, especialmente cuando se transita de noche o en condiciones de baja visibilidad. Los reflectores en los pedales y ruedas aumentan la visibilidad del ciclista ante otros conductores. Si lleva cintas tobilleras para evitar el daño de pantalones, busque que sean en materiales reflectantes. Y no pueden falta el timbre o bocina que en algunas ciudades, su uso es obligatorio como parte de las normas de tránsito.

Algunos tienen bicicletas plegables, lo que facilita poderlas guardar en cualquier lugar, por ejemplo junto a su escritorio en la oficina, si no es así, siempre lleva un candado de seguridad, aún dejándolas en bicicleteros públicos. Un buen candado de acero endurecido en forma de “U” es indispensable para proteger la bicicleta cuando está estacionada.

Siempre cuide de su seguridad y transite con amabilidad compartiendo la ruta con los demás usuarios. Foto de OACantor

Cuando se llega a su destino, algunas personas pueden hacer uso de duchas y se pueden arreglar para el trabajo. Otros por el contrario no tienen esos servicios, por lo tanto la ropa adecuada ligera y transpirable, al igual que los zapatos de suelas firmes que permitan un buen apoyo sobre los pedales, hace necesario aprender a pedalear para no sudar en exceso y pasar incómodo el resto del día. En la realidad es una técnica que va acompañada con el buen uso de los cambios.

Tanto antes de iniciar la ruta como al finalizar, siempre realicen estiramientos para prevenir lesiones y en el caso de personas mayores, evitar la perdida de fuerza en las piernas. Por más que considere que ha hecho un ejercicio adecuado, debe estirar, no hacerlo lo afecta de forma sustancial. Haga estiramientos de cuádriceps e isquiotibiales para preparar los músculos principales utilizados en el pedaleo. Estirar la espalda para evitar tensiones musculares, sobre todo si el trayecto incluye inclinaciones. Al mantener el manillar, los brazos y hombros están constantemente en tensión, por lo que un estiramiento de esta zona ayuda a prevenir molestias.

Cuando entiende el movimiento del pedaleo se da cuenta que puede generar rigidez en las caderas, por lo que es esencial estirar estos músculo, al igual la sobrecarga de los músculos de las pantorrillas, por lo que un estiramiento adecuado ayuda a reducir esa tensión.

En trayectos urbanos, aunque no se trate de una actividad extrema, es fundamental mantenerse bien hidratado. El ciclismo genera sudoración, y perder líquidos puede afectar el rendimiento físico y la concentración. Hidratarse antes de empezar a pedalear ayuda a prevenir la deshidratación, especialmente en días calurosos.

Siempre lleve en su cicla su botella deportiva de agua, no es necesario esperar a tener sed para beber agua. Se recomienda tomar pequeños sorbos cada 15 o 20 minutos. Evite las bebidas azucaradas ya que pueden provocar un rápido aumento y posterior caída de energía. Las bebidas isotónicas pueden ser útiles en recorridos largos o en días muy calurosos, pero el agua fresca siempre es una alternativa eficiente y sana.

La sensación de libertad y de poder ir a cualquier lugar también conlleva responsabilidades ante los demás usuarios de las vías. Cumplir las normas de circulación para ciclistas en ciudades son esenciales para evitar accidentes y garantizar una convivencia armónica con otros actores viales. Los ciclistas deben circular por la derecha, siguiendo el flujo de los vehículos motorizados. En las ciclorrutas, deben respetar la señalización y mantenerse dentro de los carriles asignados. Se deben respetar las señales de tránsito, incluyendo semáforos y señales de pare. Utilice las manos para señalizar giros y hacia qué dirección lo hará, es esencial para que otros conductores y peatones sepan tus intenciones.

Salvo en casos donde haya una ciclorruta designada, las aceras son de uso exclusivo para peatones y siempre evite acercarse demasiado a vehículos motorizados o a otros ciclistas, es fundamental para reaccionar a tiempo ante imprevistos. Nunca se haga al lado de camiones o vehículos grandes, fácilmente puede ser parte de un accidente fatal por temas de física elemental.

Si bien es un vehículo personal, cuando lo comparta con un pasajero, o le instale carritos de remolque, o sea un diseño en tándem, la seguridad es compartida, cumplan siempre con las normas de seguridad y siempre, antes de salir a rodar, determine la ciclorruta que va a usar, reconozca el estado en general y las características de la ruta, que puede incluir elevaciones, puentes, cruces con vías de alto tránsito vehicular, que por sus motorización contamina el aire que usted requiere para seguir pedaleando. Si es del caso, utilice un tapabocas con filtros de carbón activado Dinámico que tiene excelente absorción de contaminantes provenientes de los motores de combustión.

Siempre use un candado para estacionarla y evitar hurtos. Foto de OACantor

Disfrute diariamente de su bici para vivir mejor, con más energía y aproveche las infraestructuras que ofrecen nuestras ciudades, su uso constante hace que las administraciones consideren su extensión y mantenimiento permanente, además de ayudar a un mejor diseño urbano con más verde, con más vida.

La música, el arte de la excelencia

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El talento musical lo tienen muchas personas, pero para llegar a destacar se requiere hacer un camino de excelencia, profesionalismo, constante estudio y establecer una adecuada organización comercial, utilizando las herramientas digitales de hoy para llegar a figurar en los gustos de las personas.
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