No basta con preocuparse por la contaminación que se genera en el movimiento de vehículos en la ciudad. La contaminación no es solo es la del aire, también el ruido que generan los vehículos cualquiera sea su modalidad, también la contaminación visual y la sensación de crisis que genera tanto movimiento. Quizás usted dirá este texto describe una persona con problemas de adaptación de comportamiento, en líneas generales una personas con manías y ansiedades fuera de lo normal.
La realidad es que movilizarse en cualquier ciudad genera estas mismas condiciones, y más aún en ciertos lugares o modas que genera gran ansiedad, basta escuchar el ruido de cierto tipo de motocicletas que da la impresión que están en una pista de carreras. La estrechez de ciertas calzadas también generan molestia tanto para conductores como para peatones que se sienten literalmente invadidos y apretujados.
Hay ciudades que por el contrario han logrado cierto equilibrio, donde los árboles están presente enmarcando las calles, los aromas que estos generan y la variedad de pájaros que literalmente residen en sus ramas, hacen más llevadera la vida de la ciudad. Parques generosos con gran variedad de espacios hacen la diferencia de ciudades apeñuscadas entre ladrillo, cemento, concreto, pavimento, vidrio, tránsito ruidoso y aprensivo.
Y no es casual la presencia de parques y espacios verdes en ciudades bien diseñadas, con infinidad de circuitos enmarcados en variedad de diseños paisajísticos para caminar que ayudan a la emocionalidad de las personas y sentirse agradables y serenas, porque la presencia de la naturaleza nos conecta nuevamente a la fuerza vital de ella misma y que nos hace sentir parte de la belleza natural que nos brinda el planeta.
Las ciudades son una creación humana y se les conforma según la idea que tenemos de la sociedad, la economía y de la vida. Muchas solo son sitios de supervivencia laboral donde no hay belleza, solo trabajadores y no en las mejores condiciones. Otras ampliamente industrializadas en las que la producción, el movimiento de mercancías lo determinan todo. En esas ciudades las oportunidades de una vida serena, en contacto con la naturaleza no está al alcance de todos sus habitantes. Es un lujo de unos pocos, que en algunos casos son una afrenta al resto de la sociedad.
Así las cosas ciudades bien diseñadas donde se tiene en cuenta espacios verdes, arboledas cuidadas, vías por donde es posible andar en bicicleta o patineta diariamente rodeados de parques, jardines, fuentes de agua y sardineles bien organizados, construidos para caminar con seguridad hacen una inmensa diferencia en la felicidad de sus habitantes. Sentirse seguro, valorado, con verdadera libertad y con una constante educación social hacen la diferencia entre habitar y vivir en la ciudad.
Nuestras ciudades, en el caso de Colombia se anarquizan con el tiempo. El descuido en mantenimientos, el abuso del uso del espacio público con ventas informales, el ruido de altavoces, la suciedad, la destrucción de plantas y jardines sumado al movimiento de la calle hace que la tranquilidad desaparezca y transitar sea una verdadera tortura.
Así la ecomovilidad va más allá de vehiculos eléctricos, bicicletas, patinetas o un par de zapatillas deportivas para caminar. Es todo el contexto que hace posible un bien vivir fuera de casa, en una ciudad realmente humanizante, que nos alegre la existencia y que nos permita ir un poco más allá de simplemente sobrevivir. Y la tarea no es solo de la administración, es también nuestra en cada acción que hagamos, por pequeña que sea, eso hace la diferencia. El solo hecho de movilizarse en bici, ya es una contribución a un mejor estar, o quizás cuidar un jardín o un parque. Ser parte de la solución y no solo protagonistas y víctimas del caos urbano.