Inicio Editorial ¿Se puede realmente vivir con menos en las ciudades de hoy?

¿Se puede realmente vivir con menos en las ciudades de hoy?

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Tomar conciencia y renunciar a la lógica del mercado que crea un mecanismo consumista compulsivo para colocar sus productos donde las personas terminan sumergidas en la vorágine de las compras y los gastos innecesarios. Poder consumir nos puede hacer sentir libres y contentos, pero quienes en realidad poseen la libertad son los que integran la minoría que detenta el poder económico y financiero que se nutre, de cierta forma, de la inequidad de un sistema económico excluyente, donde solo existen los que compran, los que gastan.

Entre los planes que nos han impuesto a través de la historia de la humanidad, considerando lo económico, social y cultural, vivir en la ciudad es una elección siempre deseable y que merece todos nuestros esfuerzos. Junto a esto, nos han mostrado cómo y con qué se debe habitar la ciudad y lo que eso representa en la autoestima de cada individuo.

Más allá de la verdadera realización personal, que se considera integral con los talentos propios que se han ido desarrollando y perfeccionando con los años, la autovaloración se establece en como con ese talento se puede construir sociedad y ayudar a los demás a lograr sus sueños. Esa lucha entre el ser y el tener genera muchas contradicciones y frustraciones. Por eso hay una gran cantidad de profesionales y gurús que tratan este tema desde todas las posibilidades, desde la ciencia social, médica y psiquiátrica, hasta vendedores de humo que nos proporcionan reglas para lograr el éxito y casi siempre son fórmulas iguales para todo el mundo.

Y estas últimas son inaplicables por factores culturales, geográficas, de recursos económicos y físicos que hacen imposible el modelo único que se propone. En gran parte estas pseudociencias se mantienen porque nos cuesta mucho llegar al ideal de vida urbana en las ciudades del mundo. En la realidad las ciudades principales son costosas en todo, vivienda, transporte, servicios, comida, escolaridad, vestuario y todo lo que se nos pueda ocurrir, en realidad es costosa.

Se suma a esta realidad el consumo desorbitado que nos venden a través de la comunicación en general, de estrategias de mercado realmente infranqueables. Basta tener un celular, una cuenta en alguna plataforma en la WEB y le llegará inmensos volúmenes de publicidad debidamente dirigida. Ahora bien, los comercios están diseñados para que usted gaste, considere esos comercios de bajos precios, promedio cinco dólares y aunque en la realidad no necesita nada de lo que allí se ofrece, siempre sale comprando algo que se supone necesita, la verdad es que no. Igual con el vestuario, electrónica, enseres y un montón de chucherías que no requerimos, que significa gastos adicionales y espacios comprometidos en las pequeñas viviendas que el común de las personas tienen en las ciudades.

Hay movimientos mundiales que proponen gastar menos, consumir menos, tener menos cosas, vivir con lo necesario y dejar de acumular tantas y tantas cosas en nuestras viviendas, oficinas y en general en donde hacemos nuestra vida. Se suman movimientos de vivir más lento, que nos permita disfrutar lo unico que no podemos recuperar: el tiempo, además que es inexorable e inalcanzable.

Al no preocuparnos de cosas que no requerimos y bajar el ritmo al agite existencial, encontramos tiempo apara muchas cosas, el solo recorrer un parque, caminar algunos sectores de la ciudad que nos conectan a los lugares que frecuentamos como colegios, oficinas y hasta fábricas. Lentitud es un concepto imposible en las grandes urbes, allí todo es inmediato, 24 horas disponible, todo el tiempo corriendo y en esa agonía. Por eso cuando vamos de vacaciones desprendernos de ese frenesí existencial es tan complejo y casi siempre fracasamos en el intento.

Si la ciudad esta construida para satisfacer las necesidades humanas contemporáneas, por qué es tan complejo lograrlas. Aquí se aplica aquello que después de mucho tiempo ya tengo las respuestas a las preguntas, y cuando las voy a dar, me cambian las preguntas. Y así pasamos todos los días de nuestra existencia, soñando, comprando a crédito, trabajando hasta más no poder para pagar y alimentar el sistema financiero, de la producción y del consumo.

Si se mira objetivamente, vemos que nos calificamos por el tener, el aparentar, el deber a, y mostrar una vida que en muchísimos de los casos son vacías, frustrantes, solitarias y tristes. En la realidad el tema es ser, que consiste en desarrollar nuestros talentos y capacidades para generar cambios que valen la pena porque tienen que ver con la vida misma y con el otro. En el poseer, las cosas finalmente se vuelven objetivos a lograr y una vez los tienes, la alegría es inmediata, pero dura un instante, es efímera.

Cuando realizas servicios sociales y comunitarios, cuando eres compañia sincera y verdadera, cuando haces posible lo imposible a través de tus cualidades, la vida cambia y comienzas un camino que no requiere llenarse de cosas, de esa inmensidad de productos y servicios que a la final agotan tu vida, tus recursos y tu tiempo. Ahora bien, un economista diría esto es una herejía, se necesita producir, comercializar, incentivar el consumo y que la gente gaste para que la maquinaria funcione y todos vivamos felices. El sistema económico debe seguir su camino, y los seres humanos no pueden no estar involucrados en el porque finalmente la energía que lo hace posible es lo que nos gastamos todos los días de nuestra existencia.

En un planeta que está mostrándonos cambios realmente preocupantes que tienen que ver con la vida en todas sus formas y como se van destruyendo, extinguiendo a nuestro alrededor, no podemos menos que preguntarnos cuál es mi aporte para bien o para mal de la existencia y como la conocemos y disfrutamos o anhelamos en este tiempo. Eso tiene un costo y en muchos de los casos esta entre cajas del olvido, sin ser requeridas para un servicio, son simplemente cajas de inservibles, de abandonos,de dinero mal utilizado. Esto nos demuestra que el sistema de producir, comprar, guardar y tirar no es la respuesta más adecuada para un mejor vivir en la ciudad . Y ahí está el dilema, gasto para que otros produzcan y a su vez esos otros sigan consumiendo en un proceso eterno?

La verdad es que la ciudad ni el planeta es eterno y sus riquezas son limitadas y agotables. Lo sencillo y práctico es mejor que lo rimbombante, fastuoso y ostentoso, porque a la final estan vacios, son cosas que inexorablemente se quedarán aquí y se transformaran, en el mejor de los casos, en otras cosas que ni siquiera veremos. Es mejor ser, que simplemente consumir, tirar y olvidar.

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