Cuando de estadísticas se trata, hay que ver el contexto
Cuando se presentan las cifras de desempleo, empleo informal, costo de vida e inflación en general, crecen las preocupaciones de poder mantener el trabajo, satisfacer necesidades, pagos de créditos y lograr llegar a fin de mes.
En Colombia, país en donde se origina BiciUrba, los más recientes datos del DANE, entidad que tiene a su cargo las estadísticas del país, anuncia un mayor desempleo del 9,7 % y que las cifras demuestran un claro aumento frente a 2023, cuando se ubicó en 9,3 % para el mismo mes. La tasa de ocupación actualmente se encuentra sobre el 58,3 %, lo que también significó una clara reducción frente a la cifra del año pasado, que se ubicaba en 58,5 %. No hubo un cambio tan sustancial en la tasa global de participación, la cual se ubicó en un 64,5 %, frente al 64,4 % del año 2023. En líneas generales son regulares noticias. Pero, ¿qué sucede en el contexto de Suramérica?
El diagnóstico es el mismo: crisis económica con un aumento del desempleo, la proliferación del empleo informal, el incremento de la inflación y un preocupante crecimiento de la pobreza. Dicen que son consecuencia de los efectos de la pandemia de COVID-19, la guerra en Ucrania y las tensiones económicas globales que han exacerbado las condiciones preexistentes de inestabilidad en la región. Y qué nos dicen los organismos como el DANE, CEPAL, PNUD, INEI, INEC, Banco Mundial, INE, INDEC e IBGE con respecto a este tema tan crucial, que a la final representan la calidad de vida de Suramérica.
El desempleo es un fenómeno multifactorial que ha empeorado en los últimos años debido a la falta del crecimiento económico sostenido. A pesar que la región experimentó una recuperación parcial tras la pandemia, esta no ha sido suficiente para generar empleos formales de calidad. De acuerdo con la CEPAL, el crecimiento económico de la región fue del 3.7% en 2022, insuficiente para absorber el incremento en la población activa.
Según el Banco Mundial, desde el 2020, el año de la pandemia, la región perdió alrededor de 26 millones de empleos, lo que acentuó la precarización laboral, aumentando la informalidad como medio de sobrevivencia, especialmente en las grandes capitales.
Ahora bien, por muchas décadas los niveles de desigualdad social, de género y de educación formal vienen marcando el aumento de la pobreza, de tal manera que el acceso desigual a oportunidades laborales es una realidad en la región. Según el PNUD, las mujeres, los jóvenes y las personas en zonas rurales son los más afectados por el desempleo. En países como Colombia y Brasil, los datos del DANE e IBGE reflejan tasas de desempleo juvenil significativamente superiores a las del promedio nacional urbano, lo que agrava la exclusión social.
Los cambios tecnológicos también ayudan a estas realidad económicas. En algunos sectores, la automatización ha desplazado a trabajadores que no han logrado actualizarse y adaptarse a las nuevas realidades. Según la CEPAL, más del 40% de los empleos en Suramérica están en riesgo de automatización, particularmente en sectores como la manufactura y el comercio minorista, y la pandemia fue un impulsor del comercio en línea, por ejemplo, lo que afecta a los establecimiento de centros comerciales y en general el comercio tradicional. Los que han dado el salto al e-comercie, están mucho mejor.
Ante la pérdida de los empleos formales, bien por cierre de empresas que no lograron su adaptación tecnológica, o que la hicieron y ya no requieren tanto personal, se suma el insuficiente crecimiento económico y la rigidez del mercado laboral, con reformas del sector desde las políticas de gobierno que crean mucha incertidumbre y demoran nuevas inversiones en todos los campos de la industria. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el 50% de los trabajadores en América Latina está empleado en el sector informal y es aún más elevada en sectores como la agricultura y el comercio minorista, donde el acceso a contratos formales es inexistente.
Y si en la ciudad la informalidad es dramática, en la ruralidad es especialmente compleja, allí los sistemas de protección social y formalización del empleo son más débiles. En países como Perú, según el INEI, la informalidad en áreas rurales supera el 80%, debido a la prevalencia de actividades agrícolas de subsistencia y microempresas familiares. Se suma reformas al código laboral y a las reglas de empleabilidad que en su mayoría afectan al trabajador y que al cambiarlas generan mayor escepticismo y baja contratación. Las empresas encuentran incentivos para evitar la formalización de los contratos de trabajo. Esto se traduce en una gran cantidad de trabajadores que no tienen acceso a beneficios sociales ni a derechos laborales básicos.
La educación laboral, técnica o profesional marcan la diferencia en muchos casos, el no poseerla o con menor nivel educativo tienen más probabilidades de caer en la informalidad. En Paraguay, por ejemplo, el INE revela que más del 70% de los trabajadores con educación primaria incompleta están en empleos informales. La falta de acceso a educación de calidad perpetúa un ciclo de baja calificación y vulnerabilidad laboral.
Otro factor determinante del aumento constante del costo de vida es la Inflación y la constante pérdida de poder adquisitivo de las familias. Productos esenciales como alimentos y energía, ha erosionado el poder adquisitivo de millones de familias, especialmente en Venezuela y Argentina, llevando a grandes segmentos de la población a la pobreza extrema. Según la CEPAL, en 2023, el 82% de los venezolanos vive en pobreza.
Aunque algunos países han implementado programas de transferencias condicionadas de renta, como el Bolsa Família en Brasil o Tekoporã en Paraguay, estos han sido insuficientes para contrarrestar el aumento de la pobreza. En Colombia se ha buscado mejorar el ingreso básico para algunos sectores de la población, pero esto ha generado grandes debates políticos sobre los recursos para pagarlos en el marco del presupuesto, tanto del año en curso, como en el 2025.
El aumento en los costos de combustibles, energía y acueductos es un acelerador de la inflación, casos como Argentina y Chile, la dependencia de las importaciones de petróleo ha exacerbado la inflación. En el campo del cambio energético, que aún no es tan claro en todo el continente, genera expectativas que no se cumplen pero si crean malestar en los sectores productivos, aumentando la inquietud general y en los indices bursátiles.
Según el INDEC de Argentina, los precios de la energía han aumentado más del 15% en 2023. La hiperinflación en Venezuela es un caso extremo en la región, donde el colapso del sistema productivo y la falta de credibilidad en las políticas económicas del gobierno han llevado a una hiperinflación sostenida desde 2017. Según el BCV, la inflación en Venezuela alcanzó más del 400% en 2023, una situación que ha destruido el poder adquisitivo de la población y la dolarización de su economía en general.
Muchos países de la región han experimentado fuertes devaluaciones de sus monedas, lo que ha incrementado el costo de los productos importados. En Brasil, por ejemplo, la inflación alcanzó el 6% en 2023, con los alimentos, uno de los sectores más afectados, aún siendo un país productor.
El gobierno de Milei en Argentina busca controlar al máximo el gasto público para hacer frente a las presiones inflacionarias. En el gobierno anterior, el Banco Central emitió grandes cantidades de dinero para financiar los gastos del gobierno, lo que ha llevado a una inflación del 115% en 2023, según datos del INDEC y que sigue aumentando, a un ritmo menor, pero falta mucho para lograr un equilibrio fiscal.
Un nuevo factor adicional a estas realidades es la Crisis Climática, que se reconoce en extremos casos de sequía y de extensos incendio forestales, que han afectado a siete países en recientes días. Estas conflagraciones afectan directamente los ciclos naturales del agua en general generando ciclos de sequía. La falta de resiliencia ante el cambio climático ha empujado a muchas personas a la pobreza, exacerbando la situación económica de la región.
Suramérica es una de las regiones más desiguales del mundo. Según el Banco Mundial, los países tienen altos índices de concentración de la riqueza, lo que ha hecho que las crisis afecten desproporcionadamente a las poblaciones más vulnerables. El desempleo, el empleo informal, la inflación y el aumento de la pobreza en Suramérica son el resultado de una combinación de factores estructurales y coyunturales, donde la política casi nunca logra cambios positivos al servicio de las personas, del desarrollo y del buen vivir.
Por ahora la confluencia de malas administraciones, guerras externas e internas, el narcotráfico, la crisis climática, la revolución tecnológica en todos los aspectos de la producción y el comercio, la dependencia que imprime la globalización, hacen difícil un mejoramiento en los indices que permitan avizorar un mejor presente y futuro en la región.