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Ciudad sedienta, víctima de su desorden y de la deforestación amazónica

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El costo que se está comenzado a pagar por vivir en una ciudad que está agotando sus recursos de agua, energía y en general de un buen vivir.

Esto se lee en las noticias de la COP16: “En lo alto de las montañas, existe uno de los ecosistemas más bellos del mundo: el ecosistema de páramos. En Colombia, los páramos cubren aproximadamente el 2% del territorio nacional, y producen el 85% del agua que consume la población. Es por esto que los convierte en un ecosistema clave para la conservación de la biodiversidad y en verdaderos reguladores hídricos, beneficiando tanto a las comunidades rurales como a las urbanas”.

Y prosigue: “Por esta razón, en la cumbre de biodiversidad , COP16, se convirtió en el escenario perfecto para que miles de visitantes a la Zona Verde se puedan sensibilizar sobre la importancia de estos ecosistemas estratégicos. De hecho, más de 17 millones de colombianos dependen del suministro de agua que viene de los páramos y abastecen en total a 16 ciudades capitales. Tan solo el páramo de Chingaza, aporta el 80% del agua a Bogotá, suministrando 14 mil litros de agua por segundo que llegan a 7.2 millones de habitantes”.

Aún así, Bogotá la capital política de Colombia esta pasando tiempos de sed. Esta ciudad que no deja de crecer, en una sabana que era abundante en tierra fértil para cultivar, de montañas verdes cubiertas de bosques andinos, que contaba con extensos páramos, nacimientos de una gran cantidad de ríos y riachuelos, que además contaba con hermosos humedales plenos de vida y albergue para aves migratorias, hoy lamentablemente tiene sed.

La destrucción causada por el crecimiento desbordado de la urbe, que en la década de los años cincuenta del siglo pasado, anexó una serie de municipios que ahora son parte de la ciudad, extendió su territorio sin control, renunciando a ser una urbe organizada, amable y cómoda, y más por el contrario, creció de forma desordenada, anárquica lo que hizo que las administraciones distritales a través de la alcaldía y el Consejo Distrital, en algunas ocasiones luchara para corregir en algo el desastre y en otras ocasiones fueron complices de los constructores piratas y de la invasión de terrenos en la sabana y en las montañas que hacen el marco natural.

Pero no solo vivienda fueron los destructores, con el tiempo y bajo promesas de desarrollo y riqueza, se cambió el destino campesino de tierras de incalculable productividad agropecuaria para pasar a centros industriales, grandes superficies de cemento, ladrillo y camiones que contaminan, complican las pocas vías con embotellamientos sin fin todos los días, y en donde una vez más la falta de planeación y la presencia de intereses económicos, atacan lo que fuera la Sabana de Bogotá, de la que ha perdido una enorme superficie de vida a cambio de la ilusión de empleos y dinero.

Gracias a la COP16, que se celebra en Cali, capital del Valle del Cauca, los alcaldes tuvieron el escenario para decir algunas verdades sobre los temas ambientales de las urbes que administran. Como siempre, han sido acusados y condenado por dar parte de los daños ambientales que se viven en sus territorios. Y esta vez, dejaron de ser políticamente correctos, para dejar entrever verdades que con el tiempo, y cuando ya no sean burgomaestres, serán daños cada vez menos reparables, empobreciendo la vida de los residentes y con costos en servicios aún más altos.

Bogotá de por si, es una ciudad muy costosa. Tuvo fama de ser un vividero para trabajar, estudiar y hacer plata. Hoy ya no lo es tanto, y en la realidad la calidad de vida ha descendido de forma consistente y permanente. Temas de inseguridad, inflación, desempleo, costo de las viviendas, que disminuyen en espacio pero aumentan en precio, problemas sociales que se palpan con solo salir a sus calles, y además de una característica que no se ha podido corregir: la anarquía en que desarrollan la vida sus habitantes.

En el siglo pasado en los años 1995-1997, el entonces alcalde Antanas Mockus se propuso cambiar esa forma de comportamiento social, algo se logró, pero con el tiempo se han dejado de lado esas elementales normas de la buena convivencia. Las siguientes administraciones se dedicaron a tratar el tema de pobreza, infraestructura, educación, pero el tema ambiental siempre ha quedado relegado, a menos que haya un incendio en los cerros y se plantee la necesidad de cuidarlos.

Hoy el tema es agua. Era uno de los pilares mas positivos de la ciudad, aquí sobraba agua, aún para lavar el auto familiar frente a la vivienda y desperdiciando el liquido a gusto. Lo mismo lavar fachadas, calles, regar jardines y todo lo que se le pudiera ocurrir. Siempre hubo agua para botar. Hoy ya no. Y cuando el actual alcalde nos dice “Durante el primer trimestre de 2024, la deforestación en la Amazonía aumentó en un 230% según el boletín trimestral de alertas tempranas sobre deforestación del IDEAM, vemos que una de las razones de la sequía de hoy y del futuro inmediato, no solo son los fenómenos del El Niño y La Niña, es la destrucción de las selvas de la Amazonía y la Orinoquía.

Se nos olvida que somos un sistema integrado y que la destrucción del Amazonas afecta directamente a la cordillera de Los Andes, y Bogotá está sobre un ramal de ella. Se sumará próximamente problemas de energía eléctrica, ya lo anuncia el Centro de Estudios Económicos de ANIF, “Colombia viene enfrentando graves desafíos climáticos que redujeron las reservas hídricas del país, afectando su sistema energético. La dependencia del agua de embalses y ríos para la generación de electricidad es evidente.” Y agrega, “la situación es particularmente grave en Bogotá, donde las autoridades tuvieron que volver a los racionamientos de agua, ante el agotamiento de las fuentes hídricas.”. Hay una tendencia decreciente desde julio, evidenciando el agotamiento reciente de los recursos.

De ciudades prósperas o por lo menos con planes para serlo, hoy se replantea una situación que seguirá escalando, haciéndolas menos atractivas para habitarlas, trabajar y hacer vida. Pueden condenar al presente alcalde, pero ha sido una manera de vida desbordada, inconsciente del daño ambiental que por años se ha hecho en el territorio y que aún no sabemos, en un sistema interconectado como es el biosistema andino-amazónico, que pasará con el departamento y en general con el territorio de la belleza, que hoy va camino a enfrentar las consecuencias de la crisis climática.

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