La tecnología que está utilizando para leer este texto implica mucho más que una dirección en internet, tres clicks en el ratón de su PC o en su celular, es tan cotidiano y tan naturalizado que ya no nos inquieta saber cómo funciona el sistema, solo confiamos que haga lo que esperamos, de forma veloz, precisa y bajo nuestras prioridades.
Pero algo que suena tan sencillo no lo es para nada e implica un monumental gasto de energía eléctrica, tanto para activar los equipos, las redes y permitir que reciba o suba un material, que va desde un emoticón hasta libros, películas y cuanta cosa se le pueda ocurrir. Es más, el gasto se incrementa por la Internet de las cosas tan en boga por estos días. Su aspiradora, o su refrigerador inteligente, o su auto con su computador a bordo, navegador y hasta con su piloto autónomo, tes un gasto energético eléctrico.
Sume aviones, barcos, trenes, camiones, en fin todo lo que se desplaza en rutas de carga o de pasajeros. Es más, cada vez que accede para cualquier consulta en el medio digital que tenga a la mano, eso son gastos en electricidad. La comodidad que encierra lo digital, lo interconectado, lo móvil, implica microchips y centros de cómputo gigantescos ubicados en diversos lugares del planeta. Los servidores y centros de datos, que son el corazón de la infraestructura de Internet, consumen energía para su funcionamiento, para la refrigeración y su mantenimiento.
Cada acción realizada en un celular, desde enviar un mensaje hasta realizar una búsqueda en la web, tiene una huella energética que se suma a la carga global de los centros de datos. Los autos inteligentes, con sus sistemas de navegación y sensores en tiempo real, también contribuyen significativamente a esta demanda energética.
Esta realidad que va en constante crecimiento, considerando la cantidad de celulares funcionando al tiempo, sistemas de cómputo aplicados a infinidad de servicios, implica un uso muy considerable de la producción eléctrica global, que para el caso sea hidroeléctrica o producida a partir de combustibles fósiles, sigue en aumento, pero no así las infraestructuras de producción en el planeta.
Nuestras formas de trabajo diario conectados a terminales de computación en todos los niveles del quehacer nos obliga a considerar nuestra huella en el sistema y vislumbrar lo crítico que se puede volver con el tiempo. La Crisis Climática, que es una realidad, nos está mostrando sequías en diversas regiones del planeta. A su vez en otras, las lluvias torrenciales y temporales de dimensiones catastróficas, poco ayudan en la realidad a mantener y permitir crecer al sistema eléctrico en general. Queda la posibilidad de la energía atómica, un lujo para pocos y un peligro para muchos como ya se ha podido demostrar a través de los accidentes y fallos en estas plantas.
Se estima que los centros de datos a nivel mundial consumen entre 200 y 250 teravatios-hora (TWh) al año y aproximadamente entre 22,831 y 28,539 megavatios de energía de forma continua. Y para la refrigeración se estima que entre el 30% y el 50% del consumo total de energía de los cuales aproximadamente 9,132 a 11,416 megavatios se destinan específicamente para tal fin. Quizás las cifras no le signifiquen nada, pero una ciudad como Buenos Aires consume 133.800 gigavatios hora. El consumo es alto y lo más preocupante es que va en ascenso permanente.
Por ser niveles tan considerables, producir esos megavatios desde las energías renovables no es nada fácil. Y así como hemos vivido en los últimos años sequías acuciantes en todo el planeta, la posibilidad de un apagón en la red y todos sus servicios no es descartable, es más probable que ocurra hacia adelante con consecuencias muy complicadas, que van más allá de la incomodidad de no poder usar su celular y sus servicios a los que accedemos en todo momento.
¿Qué hacer? Desde el ciudadano, bajar el consumo de horas en la internet y en los consumos de electricidad en casa, el trabajo y en todas nuestras actividades diarias. Considerar no adquirir tanto aparato, vehículos y accesorios de toda índole que consumen energía eléctrica. Usar bombillos led con su panel solar y en lo posible usar esta tecnología fotovoltaica en casa. Considere por un instante lo que significa en nuestra cotidianidad la dependencia a lo digital interconectado y que se apagara de un momento a otro, con la posibilidad cierta, que no se reconecte inmediatamente, más por el contrario, quizás puedan transcurrir alguna horas para que el sistema global vuelva a funcionar tal y como lo usamos hoy en día.
Y si finalmente no se pudiera reactivar, ¿cómo sería nuestra existencia en esos días? Hay que dejar de ser tan dependientes de algo que a la final, puede dejar de funcionar.
Ciertamente andamos conectados, fascinados con la tecnología sin darnos cuenta de lo que realmente cuesta en el consumo de energía.