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Pacas Silva, más que una forma de lograr humus, es hacer sociedad buscando el bien común

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La naturaleza nos ha mostrado como lograr, de forma eficiente y ambientalmente sana, producir humus, esa tierra de característico color negro que permite tener plantas y jardines sanos y productivos. Guillermo Silva Pérez con su ingenio y la observación del proceso digestor que hace la naturaleza promovió esta técnica, que en el caso de Bogotá, tiene sus fans que ayudan a la conservación de parques públicos y a un proceso social muy importante: la solidaridad y el empoderamiento de las responsabilidades cívicas para un mejor vivir en una ciudad gigante con problemas de igual tamaño.

Conversamos con uno de estos grupos que nos comparten su experiencia y como han entendido el cuidado del planeta desde las cocinas de sus viviendas disponiendo de forma adecuada los residuos orgánicos para dar vida al planeta verde en el que vivimos.

Lo bueno de compartir construyendo comunidad y defendiendo la vida verde en la ciudad.

En tiempos de violencia intrafamiliar dos textos que nos acerca a esta realidad

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“La violencia me hizo víctima, el valor me convirtió en vencedora” Victoria Zambrano.

No hay día en el que no se denuncie el maltrato a las mujeres y a los menores de edad en cualquier lugar del mundo. Países como Argentina, Colombia, México presentan cifras realmente preocupantes con respecto a esta realidad. Pero, ¿qué es lo que la origina? Indudablemente es un patrón de conducta que se recicla constantemente en el núcleo familiar, pues es allí donde se desarrolla el sentido social, el respeto, la dignidad, la no violencia e inteligencia emocional para resolver problemas, si no se siembra esto en las conductas de sus miembros, tenemos la tragedia diaria de las noticias de violencia intrafamiliar.

Cuando se forma una familia y no se atiende de forma debida estas realidades, es más se trata de ocultar circunstancias violentas o simplemente se naturalizan, y si las dos parte han vivido en esos escenarios de violencia, el ciclo continúa hasta llegar a situaciones penales absolutamente lamentables. Ante estas trágicas realidades la abogada María Victoria Zambrano Ibarra, representa a las víctimas ante el Consejo Distrital de Bogotá para la Atención Integral a Víctimas de Violencia y Explotación Sexual y ante la Asociación Afecto Contra el Maltrato Infantil.

Ha escrito dos libros La Violencia de puertas para adentro y Te cuento un cuento para que no comas cuento. El primero busca comprender y reflexionar, desde su mirada, las batallas internas que se libran ante el maltrato infantil, abuso sexual, violencia física, emocional y psicológica. Es un libro basado en historias de la vida real que muestran las causas, efectos, factores de protección y curativos que contribuyen al proceso de recuperación de las víctimas de violencia intrafamiliar, dirigido a quienes han sufrido este flagelo, sus familias, estudiantes y profesionales pertenecientes a la red de protección y atención.

El segundo libro está dirigido a los niños, es un texto práctico, didáctico e ilustrado, que contiene cinco cuentos basados en historias de la vida real, además de espacios y actividades para que los lectores puedan expresar, a través de dibujos o palabras, los sentimientos, preocupaciones, situaciones y demás circunstancias relacionadas con los hechos descritos en las narraciones. Es un libro que propicia espacios de reflexión en familia y motiva el acompañamiento en la lectura de temas que a los adultos les resulta difícil tratar con niños y adolescentes.

María Victoria Zambrano Ibarra, al haber sido víctima de violencia intrafamiliar y abuso sexual infantil y especialmente, al ser una sobreviviente que fue capaz de transformar las experiencias dolorosas en aspectos positivos para su vida, incide en la de los demás de una manera positiva y resiliente, es decir, desde la capacidad de resignificar el pasado y construir a partir de las cenizas; utilizando el arte, la escritura, el dibujo, el teatro y la música, como recursos, donde se puede expresar el mundo a través de colores e ideas creativas junto a un proceso psicológico necesario hacia el camino de la sanidad y paz interior.

Por eso es importante conocer realmente a las personas con las que se considera formar una familia, entender el esquema familiar en la que se ha formado, si hay señales de maltrato, que no necesariamente es físico, el emocional es igualmente traumático, es mejor dejar pasar esa posible unión y evitar serios problemas, tanto de la pareja como de los hijos que se puedan concebir en esa relación. Y aquí sí que es válido el conocido dicho: «más vale solo que mal acompañado».

¿Cuál es el precio de nuestra comodidad urbana?

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Ciudades que crecen devorando la biodiversidad en todas sus expresiones, además de desperdiciar los recursos que le dan vida.

Las ciudades en el mundo siguen creciendo. Alguna muy bien planificadas como sucede en China, otras al garete como sucede en los países en vías de desarrollo, donde se incluye Colombia. Frente a este desorden de crecimiento poco planificado y muy descuidado que va en contra de los ecosistemas que han sobrevivido a pesar de las ciudades, cada vez son más atacados, bien por urbanizaciones concertadas o por invasión a terrenos que con el tiempo se van normalizando.

La población urbana sigue aumentando, tanto por la migración rural, la ocasionada por conflictos internos y externos, lo que hace necesario dar solución de vida a estas personas, que seguirán llegando por la crisis climática, que en nuestro continente se representa hoy por fuertes inundaciones y olas de frío al sur, por el fenómeno de La Niña en la parte norte y la temporada de ciclones en el Caribe. Así el crecimiento urbano significa invadir tierras, desafortunadamente el reciclaje urbano no se hace y hay construcciones en desuso, abandonadas o subutilizadas, no solo en los centros de las urbes, también en sus periferias.

El mal uso del suelo urbanizado y no utilizado demuestra poco interés por parte de la administración pública, por las empresas constructoras y por esa mirada miope del negocio super rentable para los financieros de vivienda. La renovación urbana y la densificación del centro de la ciudad podrían contribuir a un desarrollo más sostenible, eficiente y que tenga en cuenta las necesidades ambientales. Esto incluye la promoción del uso de energías renovables, la reducción de emisiones y la gestión adecuada de residuos. La creación de más espacios verdes y la promoción del transporte público y no motorizado que son esenciales para mejorar la calidad de vida y reducir el impacto ambiental.

Pero, muchos no tienen referencias claras del lugar en donde se construye Bogotá: la Sabana de Bogotá. Históricamente es una región agrícola de gran importancia por la calidad de su suelo, la presencia de corrientes de agua que provienen de la cordillera y se amortigua con los humedales. Sin embargo, el crecimiento urbano descontrolado ha llevado a una disminución significativa de las tierras destinadas a la agricultura. La expansión de la ciudad ha implicado la conversión de terrenos agrícolas en zonas residenciales, comerciales e industriales. Entre 1990 y 2020, aproximadamente 40,000 hectáreas de tierras agrícolas fueron urbanizadas, lo que representa una pérdida considerable para la producción agrícola local. y con los consecuentes daños ambientales de todo orden.

El rápido aumento de la población urbana ha incrementado significativamente el consumo de recursos naturales para lograr tener un nivel de comodidad importante. Tomando como referencia los años de 1990 y el 2020 podemos apreciar el aumento significativo en los servicios públicos domiciliario. El consumo promedio per cápita de agua pasó de 120 litros por día a 180 litros por día. Hoy tenemos racionamiento que se puede prolongar por más tiempo. En términos de energía eléctrica el consumo promedio por hogar era de 250 kWh al mes y se duplicó a 500 kWh al mes. Este aumento refleja una mayor dependencia de los aparatos eléctricos y electrónicos por el incremento del nivel de vida. El consumo de gas domiciliario pasó de 5 m³ al mes y ascendió a 12 m³ al mes.

Esa comodidad genera además importantes niveles de la contaminación del aire, la alta concentración de vehículos diésel y la actividad industrial son las principales fuentes de emisión de contaminantes. Según un estudio realizado en 2020, el 60% de las emisiones de partículas PM2.5 proviene de los vehículos diésel, mientras que el 30% se atribuye a las factorías y el 10% a otras fuentes. Las estaciones de monitoreo de calidad del aire en la ciudad han registrado niveles de PM2.5 que superan los estándares recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS). En promedio, los niveles de PM2.5 en Bogotá son de 35 µg/m³, mientras que el límite recomendado por la OMS es de 10 µg/m³.

El entorno montañoso verde de la cordillera que rodea la Sabana ofrece una oportunidad única para integrar espacios naturales dentro del tejido urbano, proporcionando áreas de recreación y preservando la biodiversidad con un clima lluvioso y frío, aunque esas condiciones van cambiando, aún así las precipitaciones pueden ser aprovechadas para la recolección y uso eficiente del agua de lluvia, mientras que el clima fresco reduce la demanda de energía para refrigeración.

La protección y el manejo adecuado de estos espacios son cruciales para mantener el equilibrio ecológico y mejorar la calidad de vida de los habitantes. Un triste protagonista del descuido con el agua que tenemos es el río Bogotá, uno de los principales afluentes del río Magdalena, ha sufrido una severa contaminación debido a las descargas de aguas residuales domésticas e industriales. A pesar de los esfuerzos para tratar las aguas residuales, gran parte de ellas sigue vertiéndose sin tratamiento adecuado. Esto ha convertido al río en uno de los cuerpos de agua más contaminados del país, y tiene repercusiones en la biodiversidad y en la salud pública. Los altos niveles de contaminantes, como metales pesados y materia orgánica, han reducido drásticamente la calidad del agua, haciendo que sea prácticamente inutilizable para la agricultura o el consumo humano.

Bogotá ha hecho esfuerzos significativos para promover la movilidad sostenible a través de la implementación de ciclovías con más de 500 kilómetros de rutas dedicadas para ciclistas. Esto no solo fomenta el uso de la bicicleta como medio de transporte, sino que también contribuye a la reducción de la contaminación del aire y del tráfico vehicular. La incorporación de buses eléctricos en el sistema de transporte público TransMilenio y la introducción de taxis eléctricos son pasos importantes hacia la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero. Estos esfuerzos, aunque todavía en fases iniciales, muestran el compromiso de la ciudad con la sostenibilidad y la protección del medio ambiente.

Y aquí hay un protagonista que hace la ciudad, sus habitantes. Y la formación de una ciudadanía más consciente y responsable es esencial para enfrentar los desafíos ambientales de Bogotá. La educación ambiental debe ser una prioridad en las escuelas y comunidades para fomentar el respeto y la protección del entorno natural. Programas de reciclaje, campañas de prácticas sostenibles en el hogar y en el trabajo son fundamentales para lograr un cambio significativo y hacer posible una ciudad caracterizada por el verde, el agua, la biodiversidad en sus bosques.

Los lácteos, productos que la colonización nos trajo a una América que no los consumía

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Y ciertamente toda esta industria actual de los lácteos es un desarrollo y visión occidental de la leche, que en otras latitudes del planeta ni se considera. ¿Qué tan buena o qué tan perjudicial resulta para nuestra salud su consumo? Hoy se plantea esta realidad a causa de las patologías que tienen que ver con su ingesta en todas las etapas de nuestras vidas.

En BiciUrba conversamos con una ingeniera de alimentos que bien conoce esta industria, que además de producir bebidas y quesos tiene que ver con temas como la deforestación, con gases efecto invernadero y con el daño en los suelos donde se hace el pastoreo de las vacas.

Los frutos del paraíso terrenal que se llama Suramérica

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Ricos en variedad de frutos, mucho de los cuales fueron traídos en los tiempos de la conquista y el colonialismo en nuestra América.

Hay una realidad de la cual los latinoamericanos si podemos presumir ante el mundo, la variedad de frutas y productos agrícolas de consumo en infinidad de creaciones culinarias, desde la más tradicionales y ancestrales, hasta la culinaria de experimentación que se ofrece en sofisticados restaurantes desperdigados por todo el subcontinente.

Ahora bien, ¿esa variedad de frutas son nativas? La verdad es que no, la mayoría llegaron con los colonialistas europeos que las trajeron desde Asia, África y la propia Europa. Hoy las más comerciales son todas traídas, alguna mejoradas con trabajos de fitogenética, y entre cruce que se hicieron directamente por el campesinado. Alguien podría pensar que la selva Amazónica debe estar llena de frutos desconocidos, es posible, pero su consumo está restringido a su zona de influencia y consumo interno por comunidades que los conocen y aceptan como componentes básicos de su alimentación.

Los demás territorios que no tienen esa influencia biológica, pues consumimos frutos asiáticos, africanos y europeos. Uno de los que más se ha impulsado a la hora del desayuno son los cítricos. Naranjas, mandarinas, variedad limas y limones pues llegaron del sudeste asiático, en regiones que abarcan desde el noreste de la India hasta el sur de China y el archipiélago malayo. Dicen que Cristóbal Colón los trajo en su segundo viaje en 1493.

Un manjar de sabor, textura, color y forma es el mango. Desde grandes a pequeños, pulposos para comer en tajadas o mordisco limpio, provienen del sur de Asia, específicamente de la región entre la India y Birmania (Myanmar). Se cree que los portugueses fueron los primeros en introducir el mango a América del Sur en el siglo XVI, particularmente en Brasil, desde donde su cultivo se extendió a otros países del continente. Por su parte la sandía tiene una tradición muy grande en la antigua Grecia, pero es africana.

Otros que son espectaculares y aplicables a infinidad de recetas son los melones, su origen en África y Asia meridional, traídos por los españoles y portugueses durante el período de conquista y colonización. Los bananos y plátanos son originarios del sudeste asiático, incluyendo India y Malasia y fueron traídos por los portugueses en el siglo XVI, quienes los introdujeron primero en las islas de Cabo Verde y luego en el continente sudamericano.

Hay dos frutas que casi siempre aparecen juntas aunque son bien diferentes, la peras y las manzanas. Las primeras europeas y asiáticas, las segundas son de Asia Central, específicamente en las montañas del sur de Kazajistán. Los españoles introdujeron las manzanas en México y los británicos y holandeses las llevaron a sus respectivas colonias en América del Norte. Y completan este trío los duraznos, made in china.

Los cocos tan importantes en la repostería llegaron del sudeste asiático y fue introducido por los ibéricos. Fruta versátil utilizada en la producción de agua de coco, leche de coco, aceite de coco y en numerosos platos culinarios de los que los veganos disfrutan ampliamente. Aunque las brevas como plantas son bien distintas a las palmeras, su cultivo se extendió por todo el continente, son del mediterraneo.

El café viene de las tierras altas de Etiopía y el azúcar originaria del sudeste asiático han sido fundamentales para la economía de muchos países latinoamericanos, entre ellos Colombia. Y hablando de economías de exportación, Chile y Argentina tienen mucho que agradecer a los europeos que trajeron la vid de la región del Mediterráneo y Asia occidental.

Y cuáles son nuestra frutas nativas, pues la papaya, la piña, la curuba, la guayaba, el maracuyá, el aguacate, el cacao, la chirimoya , la lúcuma, el tomate, el lulo, la guanábana, el caimito, la uchuva, la papayuela, la pitahaya, la granadilla, la naranjilla similar al lulo, el camu camu, la chirimoya , el maqui , la murta , la murtilla , la acerola, el pacay, el achachairú, el açaí, el cupuaçu, el yacaratiá , la peperina , el kaguyjy, el ka’a he’ê o stevia, la butiá , el guaviyú, la cocona entre otros. Cada uno proporciona sabores, aromas, texturas y preparaciones deliciosas, que bien pueden acompañar las tres comidas del día.

Es importante la recuperación de los frutales nativos y de manera especial evitar los monocultivos que alteran los biosistemas generando descontroles en los insectos, otras plantas, aves y en general eso que los agrónomos denominan plagas, y que en agroecología se denominan desequilibrios bióticos causados por el mal manejo de la tierra y los ecosistemas. Disfrutemos entonces de estos manjares frutales que tenemos en el paraíso terrenal suramericano.

El asunto no puede ser solo dinero, necesitamos que todos podamos vivir en el planeta

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Foto que representa una cruda realidad de muerte planetaria. Autor: Chris Jordan, fotógrafo y documentalista.

Cuando hablamos de todos no hablamos exclusivamente de los seres humanos, nos referimos a todos los seres vivientes en el planeta que en un sistema procesual e interrelacionado permiten la existencia en esta esfera azul con verde de lo que hemos denominado vida en toda su variedad y opciones, que disfrutamos en este tiempo en el que habitamos esta herencia.

Ya han pasado una serie de imperios que han buscado ser globales, por lo menos lo fueron en las tierras ya desarrolladas y conquistadas por otros, donde le poder se traduce en armas, comercio y riqueza en dinero, como haya sido su representación en el momento. Todos han encontrado la forma de dominar el comercio, y en nuestros tiempos la energía es el motor de todo. Junto a ella las tecnologías de la producción de artefactos en su infinita variedad que encuentran en el plástico ese material perfecto, económico, multiforme y ahora reciclable.

La materia prima de los plásticos y la energía que usamos todos los días se origina en mayor parte en el gas y en el petróleo, estas últimas siempre las unimos a los combustibles, la gasolina de los motores y el gas de nuestras estufas. La petroquímica va mucho más allá, tan es así que está presente en el medio que usted está usando para leer estas líneas.

Ahora bien, la industria del plástico ha desarrollado variedad de materiales, algunos reciclables y otro no tanto. En los primeros están los PET (Polietileno Tereftalato), los HDPE (Polietileno de Alta Densidad), en los segundos los de PVC (Policloruro de Vinilo), LDPE (Polietileno de Baja Densidad), PS (Poliestireno), PS (Espuma) y los Plásticos Mixtos. Aún así todos son altamente contaminantes y se agrava la situación a partir de la disposición que se haga de ellos por parte del usuario, el fabricante y las normas legales que existan en cada país. Y aquí todos de alguna manera somos generadores de la destrucción planetaria.

El plástico daña la biodiversidad de muchas formas, en el mar por hacer islas de plástico y causar de forma directa la muerte de aves y toda variedad de peces, moluscos, cetáceos por mencionar algunos, pero absolutamente todas las formas de vida oceánica está afectada por esta realidad. Como es un sistema interconectado, las aguas que llegan a los mares provienen de ríos y lagos que de igual forma están contaminados sufriendo las especies que los habitan las mismas realidades de las aguas mayores.

Cada vez que se insiste en no usar plásticos en toda su diversidad, aparecen las mismas voces argumentando la pérdida de puestos de trabajo tanto directos como indirectos. Que se afecta el producto interno bruto (PBI), se afecta la industria petrolera y la inmensa variedad de productos que tienen componentes en plásticos, aquí no es solo el empaque, es el producto final como tal. ¿Hay opciones para corregir en algo esta trágica realidad que nos afecta a todos los seres vivos.? Consideremos algunas.

Lo primero es romper con la obsolescencia programada de manera tal que se puedan tener productos plásticos duraderos y reutilizables. Esto reduce la necesidad de plásticos de un solo uso y disminuye la cantidad de residuos plásticos generados. El reciclaje por parte de los consumidores para devolver productos plásticos y ser reutilizados por los fabricantes, manteniéndolos en el ciclo económico evitando la demanda de materias primas vírgenes. Para ello es necesario desarrollar y mejorar la infraestructura para la recolección, clasificación y reciclaje de plásticos.

Ahora bien, los diseñadores industriales y de productos tienen un campo de trabajo ampliado pues hay que crear productos que sean más fáciles de reciclar, utilizando materiales que puedan ser descompuestos y reutilizados sin perder calidad. Innovar en materiales alternativos al plástico que sean biodegradables y que no contribuyan a la contaminación. Pueden tener como norma del diseño y fabricación la reducción de la cantidad de plástico utilizado en productos y envases, así como eliminar los plásticos innecesarios.

Los argumentos sobre la economía afectada por el no uso de plásticos quedan arrinconados ante ejemplos de países que sí se han tomado en serio esta contaminación global. Alemania recicla alrededor del 67%, Suecia recicla cerca del 50% de sus residuos y convierte otro 49% en energía mediante la incineración. Corea del Sur recicla aproximadamente 54% . Los Países Bajos con un 56%. En todos los casos se genera empleos en el sector de reciclaje y gestión de residuos, con una contribución significativa al PIB. A la final no es mal negocio, más por el contrario.

Los países más contaminadores están China generando aproximadamente 28% del total mundial. Estados Unidos produce alrededor de 17% de los desechos plásticos globales. La India, Indonesia, Brasil y otros países en desarrollo contribuyen significativamente a la contaminación debido a la gestión inadecuada de residuos.

Como en todas estas realidades es el ciudadano de a pie, usted y yo, los que podemos hacer la diferencia. Desde la forma como adquirimos productos, dejando de lado las compras impulsivas, respondiendo a necesidades reales y no las impuestas por el mercado, la moda y la publicidad. Evitar el uso de plásticos en la forma como llevamos alimentos tanto crudos como procesados, al igual que bebidas de todo tipo. Separar los productos desde el mismo momento que llegan a casa y su disposición final. Reutilice envases como botellas, bidones, galoneras, que hasta macetas pueden ser para su jardín. Ayudemos a conformar brigadas de economía circular en nuestros barrios y de los recursos que se puedan generar, ayuden a fundaciones o asociaciones pro infancia.

Los gobiernos del mundo, hasta que no sientan que es rentable para sus finanzas, poco o nada harán para cambiar la destrucción del planeta por plásticos y materias primas fósiles. Son nuestra iniciativas a favor de la vida en todas sus manifestaciones las que permiten hacer la diferencia y hacerlo ahora desde casa, en las compras, en el trabajo y en nuestra forma de vivir, y recuerde aquí si aplica «entre menos es más».

Pacas Silva, tecnología ambiental para beneficio de ciudades y campos

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“Los profesionales que lidian con residuos no entienden de nada de observación. Ellos necesitan un libro. Bueno, como dicen los indígenas Arhuacos y Koguis de la Sierra Nevada de Santa Marta: ‘La Madre nos dejó a nosotros conocimiento y memoria, y al civilizado le dejó un librito.’” Guillermo Silva

Algo que ya sabían los campesinos sobre el compostaje, que es fuente de generación de suelo nuevo y nutrientes, se ha venido tecnificando especialmente en el marco de procesos agroecológicos, que ven en los residuos vegetales una oportunidad de oro para restablecer suelos maltratados y especialmente darle nutrientes a las plantas, porque ellas también requieren alimentos que les permita prosperar.

Casi siempre consideramos que colocarle agua a las plantas es suficiente, y no lo es. En un ambiente natural el ciclo de la vida parte de la muerte de plantas que devuelven los nutrientes al suelo, esto en un círculo virtuoso que ayuda a la vida. En el caso de las ciudades los parques que tienen jardines y árboles requieren que se les abone su suelo, para que el alimento que requieren las plantas, que entre otras están expuestas a niveles altos de contaminación, llegue de forma constante y puedan estar sana y equilibradas.

Esto que es tan claro, en la vida cotidiana no se da con amplitud, y más en ciudades donde llueve de forma regular. En las ciudades de estaciones es más crítico al igual que en urbes en climas secos y semiáridos o áridos, los nutrientes brillan por su ausencia. Los insumos agronómicos son extremadamente costosos y no son un cŕculo virtuoso. Una respuesta a esta necesidad de alimentar las plantas se origina en Medellín, gracias a los desarrollos de Guillermo Silva, que creó las pacas silva.

Se trabaja bajo el principio de la degradación natural del material orgánico, en este caso los residuos de las cocinas, las podas de césped y árboles y otros materiales biodegradables, distintos a los cárnicos. Estos procesos se encuentran en fincas que han logrado rescatar estas técnicas pero en algunos casos generan olores fuertes, vectores y lixiviados, estos últimos si no se trabajan bien generan inconvenientes en el aseo.

La paca silva resuelve todos esos problemas ya que no contaminan el medio ambiente y promueven la sostenibilidad, facilitan el manejo de grandes volúmenes de residuos orgánicos, y son fáciles de implementar en áreas urbanas y rurales. Además contribuye a la reducción de la huella de carbono y la promoción de prácticas de gestión de residuos más responsables y sostenibles. Este método se alinea con los objetivos de desarrollo sostenible al ofrecer una alternativa ecológica y efectiva para el tratamiento de residuos orgánicos.

Cómo son las pacas

Para conocer de ellas BiciUrba conversó con la Dra. Margarita Rosa Cruz, quien con vecinas de su barrio ubicado al nororiente de Bogotá, pusieron manos a la obra. «Es un proyecto comunal que nos permite encontrarnos para compartir la construcción de suelo orgánico a partir de la materia de desecho orgánico de las cocinas que recogemos en una caneca durante ocho o quince días y las llevamos a las pacas para formar suelo orgánico».

Con respecto a la construcción «de las pacas tenemos unas herramientas básicas como un cuadro de madera de 1×1 metros. Hacemos el nido inicialmente con tronco de madera al que le agregamos hojas o pasto y en el centro colocamos los residuos. Luego de pesarlos agregamos más hojarasca o pasto para proceder a pisarlos y bailar y cantar. Una vez está hecha la tarea podemos retirar la base de madera y allí tenemos una primera capa».Se termina la construcción de la paca durante cinco semanas pasarán aprox 6 meses para obtener el suelo fértil. En ese momento se realiza la cosecha es decir se levanta la capa vegetal que cubre la paca y se puede disponer para diferentes usos

«Por cinco semanas repetimos el mismo procedimiento y luego hacemos la cosecha». Esta consiste en retirar la capa vegetal que cubre la pacas que ya ha cumplido su ciclo y donde está ubicado el humus. Una vez cosechado el nuevo suelo se puede disponer para diferentes usos. Este material orgánico lo usan para los parques de su sector, a las plantas de sus casas, evitando así el envío al botadero Doña Juana de material orgánico, materia prima para ayudar a la ciudad a que goce del placer del verde y de la vida botánica.

Además de aprovechar esta eficiente forma de producir alimento para las plantas, logran integrar a la comunidad en un espacio de socialización y fortalecimiento en la apropiación y cuidado de lo público, para disfrutar la ciudad entre vecinos que cuidan la vida. Es una muestra más que cuando se quiere se puede, y que como ciudadanos somos protagonistas de los cambios, que no requieren ser drásticos y tormentosos, más por el contrario, sencillos, eficientes y eficaces.

[Podcast] Crece el uso de bicicletas urbanas en Cochabamba y en Bolivia en general

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Cada vez es mayor el número de personas que encuentran en la bicicleta el mejor medio de transporte urbano. Económica, práctica, flexible y un centro de ejercicio, está máquina que tiene más de un siglo de existencia va modificando hábitos y ciudades con las ciclorrutas. En Bolivia recupera espacios y conversamos con Alvaro Maldonado, un impulsor de esta práctica en la que participan tanto ellas como ellos, para hacer de Bolivia un país comprometido con buenas prácticas ambientales, en tiempos de la crisis climática.

No es un juego, aunque lo venden como tal en todo el mundo

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El consumo de narcóticos es un fenómeno complejo que no puede ser explicado únicamente por las modas o el mercado. Factores biológicos, psicológicos, sociales y culturales se entrelazan para motivar a las personas a recurrir a estas sustancias.

Los legisladores en muchísimos países del mundo han decretado que el uso recreativo de algunos narcóticos, es una decisión de adultos, pero se les olvida algunos detalles que hacen que esto tan liberal se va convirtiendo con el tiempo en un serio problema social, y la historia nos lo ha mostrado en muchas ocasiones.

El uso de narcóticos no es nuevo, el alcohol por ejemplo es uno de los más antiguos y ampliamente utilizados en la humanidad. Nace con el inicio de la agricultura y civilizaciones como la Mesopotamia y los Sumerios, desarrollaron bebidas como la cerveza y alcohol fuerte, incluso tenían una diosa de la cerveza, Ninkasi.

En la Edad Media, el vino y la cerveza, era común en Europa. La cerveza era la bebida básica en muchas regiones debido a la falta de agua potable segura. Además, el alcohol se utilizaba en la medicina medieval como desinfectante y anestésico.

Con la colonización de América, los europeos trajeron el alcohol lo que llevó a la producción de ron, whisky y otros licores fuertes. Durante el siglo XIX y principios del XX, surgieron movimientos de prohibición, argumentando los peligros del consumo excesivo de alcohol y llevando a la prohibición en varios países, la más reconocida la de los Estados Unidos.

En ese intercambio entre colonias y colonizadores junto a las bebidas también estaban las plantas alucinógenas, Los pueblos amazónicos, como los Yanomami, utilizan el rapé en rituales religiosos y ceremonias de curación, y en el siglo XVI pronto se convirtió en una moda entre la aristocracia y la realeza, conocido por sus efectos estimulantes y su uso como un signo de estatus social. En el siglo XVIII, el rapé era comúnmente utilizado en las cortes europeas, incluyendo la de Luis XIV en Francia.

Y también llegaron a Europa los hongos alucinógenos de los pueblos indígenas de Mesoamérica, como los aztecas y mayas, que eran utilizados en ceremonias religiosas y rituales de sanación. En el siglo pasado, en la década de 1950, el banquero y etnobotánico Gordon Wasson publicó un artículo en la revista Life sobre su experiencia con hongos psilocibios en México, lo que llevó al movimiento psicodélico de los sesenta, que promovieron el uso de sustancias alucinógenas con el argumento de la expansión de la mente y la exploración espiritual.

El opio, extraído de la amapola, los sumerios lo llamaban «la planta de la alegría» y lo utilizaban tanto medicinalmente como recreativamente. En el siglo XIX, esta adicción llevó a las Guerras del Opio entre China y las potencias coloniales británicas. Y la hoja de coca de los Andes los colonizadores españoles fue reconocida tanto en la economía como en la medicina tradicional. En el siglo XIX, la cocaína, el alcaloide activo de la coca, fue aislada y utilizada en medicina occidental, aunque su potencial adictivo pronto llevó a restricciones legales.

La cultura amazónica también provee plantas como la ayahuasca, una bebida alucinógena hecha de la combinación de varias plantas y utilizada tradicionalmente por los chamanes en rituales de sanación y comunicación espiritual. En las últimas décadas, aunque su uso está regulado en muchos países, sigue siendo una parte integral de la cultura y la medicina tradicional en la Amazonía.

Pero ¿en qué se fundamenta el uso de estas substancias peligrosas de por si? Las respuestas van desde una predisposición genética que afecta la manera en que sus cuerpos y cerebros responden a las drogas, hasta buscar la solución personal de trastornos de ansiedad, depresión o dolor crónico que pueden encontrar alivio temporal en su uso. Ese alivio puede reforzar el comportamiento de consumo, haciendo que la persona dependa cada vez más de la sustancia para sentirse mejor.

En la sociedad contemporánea la competencia a todos los niveles de la existencia, la exclusión, el abandono, la pobreza humana, espiritual y no exclusivamente material o económica, hacen parte de esos detonantes para llegar al consumo y la destrucción de los individuos. Las personas que han experimentado eventos traumáticos, como abuso, violencia o pérdida, pueden llegar a las drogas como una forma de escapar del dolor emocional. El estrés crónico también puede aumentar la vulnerabilidad al consumo de sustancias como una forma de enfrentar situaciones difíciles.

Y hay otro grupo que prefiere la enajenación buscando placer que va de un uso ocasional a convertirse en un patrón de consumo más habitual y problemático. El evadirse de la realidad o lidiar con el aburrimiento y la insatisfacción de existencias vacías y sin propósito, se suma la presión de grupo y el deseo de pertenencia que pueden motivar a las personas a probar y continuar usando drogas.

¿Es posible salir de ese mundo? En la realidad un adicto siempre estará en el filo de la cuchilla, y la recuperación física y psicológica dependen de la voluntad del individuo, que generalmente esta muy destruida, de servicio médicos adecuados, consejería y observación casi permanente, por ello la clave diaria: “solo por hoy estaré sobrio”.

Esta realidad plantea retos monumentales frente a las mafias, a la industrialización de campos empobrecidos por la violencia, como es el caso colombiano, el mayor productor de cocaína en el mundo; a la miseria humana alentada por el pensamiento social actual del tener y no del ser, del individualismo, del goce personal, sin darnos cuenta que esa actitud tan promovida hace un terrible mal en cualquier circulo social, en la medida que somo comunidad.

La soledad personal urbana, aunque esté rodeado por miles de personas, el distanciamiento familiar, la dificultad de adaptación social, temores y angustias, son también factores a tener en cuenta desde el marco social. Y si bien los políticos de turno promulgan esas leyes inicuas, es trabajo directo de la familia nuclear y extendida proteger a sus miembros a partir de un amor verdadero que significa reconocimiento, respeto, acompañamiento y apoyo para desarrollar sus vidas y talentos.

El hecho de traer personas a nuestra realidad en el contexto de la procreación humana implica necesariamente acoger, proteger, formar intelectual y socialmente para lograr un mejor vivir para todos. De alguna manera todos estamos implicados en esta tragedia global.

Un gasto imperceptible para el usuario, pero no para el planeta

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Máquinas prodigiosas pero de alto consumo eléctrico en un planeta en medio de la crisis climática

La tecnología que está utilizando para leer este texto implica mucho más que una dirección en internet, tres clicks en el ratón de su PC o en su celular, es tan cotidiano y tan naturalizado que ya no nos inquieta saber cómo funciona el sistema, solo confiamos que haga lo que esperamos, de forma veloz, precisa y bajo nuestras prioridades.

Pero algo que suena tan sencillo no lo es para nada e implica un monumental gasto de energía eléctrica, tanto para activar los equipos, las redes y permitir que reciba o suba un material, que va desde un emoticón hasta libros, películas y cuanta cosa se le pueda ocurrir. Es más, el gasto se incrementa por la Internet de las cosas tan en boga por estos días. Su aspiradora, o su refrigerador inteligente, o su auto con su computador a bordo, navegador y hasta con su piloto autónomo, tes un gasto energético eléctrico.

Sume aviones, barcos, trenes, camiones, en fin todo lo que se desplaza en rutas de carga o de pasajeros. Es más, cada vez que accede para cualquier consulta en el medio digital que tenga a la mano, eso son gastos en electricidad. La comodidad que encierra lo digital, lo interconectado, lo móvil, implica microchips y centros de cómputo gigantescos ubicados en diversos lugares del planeta. Los servidores y centros de datos, que son el corazón de la infraestructura de Internet, consumen energía para su funcionamiento, para la refrigeración y su mantenimiento.

Cada acción realizada en un celular, desde enviar un mensaje hasta realizar una búsqueda en la web, tiene una huella energética que se suma a la carga global de los centros de datos. Los autos inteligentes, con sus sistemas de navegación y sensores en tiempo real, también contribuyen significativamente a esta demanda energética.

Esta realidad que va en constante crecimiento, considerando la cantidad de celulares funcionando al tiempo, sistemas de cómputo aplicados a infinidad de servicios, implica un uso muy considerable de la producción eléctrica global, que para el caso sea hidroeléctrica o producida a partir de combustibles fósiles, sigue en aumento, pero no así las infraestructuras de producción en el planeta.

Nuestras formas de trabajo diario conectados a terminales de computación en todos los niveles del quehacer nos obliga a considerar nuestra huella en el sistema y vislumbrar lo crítico que se puede volver con el tiempo. La Crisis Climática, que es una realidad, nos está mostrando sequías en diversas regiones del planeta. A su vez en otras, las lluvias torrenciales y temporales de dimensiones catastróficas, poco ayudan en la realidad a mantener y permitir crecer al sistema eléctrico en general. Queda la posibilidad de la energía atómica, un lujo para pocos y un peligro para muchos como ya se ha podido demostrar a través de los accidentes y fallos en estas plantas.

Se estima que los centros de datos a nivel mundial consumen entre 200 y 250 teravatios-hora (TWh) al año y aproximadamente entre 22,831 y 28,539 megavatios de energía de forma continua. Y para la refrigeración se estima que entre el 30% y el 50% del consumo total de energía de los cuales aproximadamente 9,132 a 11,416 megavatios se destinan específicamente para tal fin. Quizás las cifras no le signifiquen nada, pero una ciudad como Buenos Aires consume 133.800 gigavatios hora. El consumo es alto y lo más preocupante es que va en ascenso permanente.

Por ser niveles tan considerables, producir esos megavatios desde las energías renovables no es nada fácil. Y así como hemos vivido en los últimos años sequías acuciantes en todo el planeta, la posibilidad de un apagón en la red y todos sus servicios no es descartable, es más probable que ocurra hacia adelante con consecuencias muy complicadas, que van más allá de la incomodidad de no poder usar su celular y sus servicios a los que accedemos en todo momento.

¿Qué hacer? Desde el ciudadano, bajar el consumo de horas en la internet y en los consumos de electricidad en casa, el trabajo y en todas nuestras actividades diarias. Considerar no adquirir tanto aparato, vehículos y accesorios de toda índole que consumen energía eléctrica. Usar bombillos led con su panel solar y en lo posible usar esta tecnología fotovoltaica en casa. Considere por un instante lo que significa en nuestra cotidianidad la dependencia a lo digital interconectado y que se apagara de un momento a otro, con la posibilidad cierta, que no se reconecte inmediatamente, más por el contrario, quizás puedan transcurrir alguna horas para que el sistema global vuelva a funcionar tal y como lo usamos hoy en día.

Y si finalmente no se pudiera reactivar, ¿cómo sería nuestra existencia en esos días? Hay que dejar de ser tan dependientes de algo que a la final, puede dejar de funcionar.

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